Para muchos, Margot Fonteyn fue la mejor bailarina de ballet del siglo XX. Desarrolló toda su carrera en el Royal Ballet del Reino Unido, gran parte como primera bailarina, y no dejó de bailar hasta pasados los 50 años de edad, toda una hazaña para una artista con tanta continuidad en la actuación y con tanta desenvoltura y agilidad.
Por su parte, Roberto Tito Arias fue un abogado y diplomático panameño, descendiente de una famosa familia política en Panamá, cuyos miembros habían alcanzado la presidencia cuatro veces, entre ellos su propio padre Harmodio Arias.
Cuando se conocieron, Margot tenía una relación con el compositor y director de orquesta británico Constant Lambert, con quien tenía un compromiso tácito de matrimonio. Tito Arias lo cambió todo con una de sus habituales boutades: «Te vas a casar conmigo —le dijo— y serás muy feliz». Se casaron en febrero de 1955 en el Consulado de Panamá en París, se fueron de luna de miel a las Bahamas y, al volver, Arias fue nombrado embajador de Panamá ante el Reino Unido.
Éste es el comienzo de una fascinante historia de amor que marcó la vida panameña y el mundo del ballet en los años cincuenta. Es también el punto de partida del documental Tito, Margot y yo, dirigido por una sobrina de la pareja, Mercedes Arias, junto con Delfina Vidal Frago.
El documental, escrito por las dos directoras y la guionista y productora venezolana Joaneska Grössl, sigue la pista de los más cercanos testigos de la relación entre Arias y Fonteyn y, más allá de la farándula, descubre una historia llena de grises, conspiraciones y tragedia. Un documental biográfico, un drama político y un homenaje a la danza.
Producida por Betesda Films de Panamá y Jaguar Films de Colombia, Tito, Margot y yo recibió la ayuda de Ibermedia a la Coproducción en la Convocatoria 2019.
La película se estrenará en el Festival Internacional de Cine (IFF) de Panamá, cuya edición 2022 va del 2 al 4 de diciembre.