A lo largo de los últimos quince años, Sebastián Schindel (1975) ha logrado consolidar una trayectoria destacada como documentalista, en algunos casos como codirector y en otros como solista. Pero cuando Schindel realizaba su primer documental, Rerum Novarum, y leyó el libro El patrón: radiografía de un crimen, escrito por el amigo de su padre, el prestigioso abogado y criminólogo Elías Neuman, se dio cuenta de que esta historia real, que cuenta la vida de un hachero argentino (Joaquín Furriel), cruelmente explotado por un patrón irracional, se podía convertir en una película. El primer largometraje de ficción del cineasta argentino, que tiene el mismo título que el libro, está coproducido por Argentina y Venezuela, recibió ayuda del Programa Ibermedia para la Coproducción en la Convocatoria 2009, y también apoyo para el Desarrollo, y ya ha logrado nominaciones históricas —en doce rubros— para los inminentes Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de este año, la nominación a Mejor Ópera Prima en los Premios Platino y se alzó con tres premios Sur —al Mejor Actor, Mejor Guión y Mejor Maquillaje—, el Premio del Público en el Festival de Busán y dos premios en el 30º Festival Internacional de Cine de Guadalajara en Los Ángeles. Ibermedia reproduce la entrevista que le hizo la revista Veintirés.
A lo largo de los últimos quince años, Sebastián Schindel (1975) ha logrado consolidar una trayectoria destacada como documentalista, en algunos casos como codirector y en otros como solista. Pero cuando Schindel realizaba su primer documental, Rerum Novarum, y leyó el libro El patrón: radiografía de un crimen, escrito por el amigo de su padre, el prestigioso abogado y criminólogo Elías Neuman, se dio cuenta de que esta historia real, que cuenta la vida de un hachero argentino (Joaquín Furriel), cruelmente explotado por un patrón irracional, se podía convertir en una película. El primer largometraje de ficción del cineasta argentino, que tiene el mismo título que el libro, está coproducido por Argentina y Venezuela, recibió ayuda del Programa Ibermedia para la Coproducción en la Convocatoria 2009, y también apoyo para el Desarrollo, y ya ha logrado nominaciones históricas —en doce rubros— para los inminentes Cóndor de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de este año, la nominación a Mejor Ópera Prima en los Premios Platino y se alzó con tres premios Sur —al Mejor Actor, Mejor Guión y Mejor Maquillaje—, el Premio del Público en el Festival de Busán y dos premios en el 30º Festival Internacional de Cine de Guadalajara en Los Ángeles. Ibermedia reproduce la entrevista que le hizo la revista Veintirés.
“Inmensamente feliz por todo lo que me sigue deparando esa película. Increíble que estemos en doce rubros para los Cóndor de de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, superando a El clan, el más importante y exitoso estreno del año pasado, que recibió diez nominaciones. Un gran orgullo porque la nuestra era una ópera prima independiente y de bajo presupuesto. Y además vale la pena señalar que se trata del filme que más nominaciones recibió en la historia de este premio después de El secreto de sus ojos, nada menos. La película de Campanella tuvo catorce, y después viene El patrón. Además ha entrado en todos los rubros que podía haber estado, ¡cartón lleno!”.
—¿Cómo llegaste a la historia de El patrón?
—Por mi padre, que era amigo del verdadero abogado de Hermógenes, que se llamaba Elías Neuman y escribió un breve libro acerca del caso con el mismo título. Leí ese texto en una sentada y vi que ahí había un filme, más que nada por la dureza de la historia, que era aún mucho peor de lo que finalmente quedó en la pantalla. Para empezar, en realidad ese empleado soportó durante diecisiete años a ese patrón; en mi película reduje todo a poco más de un año y medio por cuestiones narrativas. O sea que ese tipo soportó durante muchos años un trabajo torturante y a un real déspota.
Joaquín Furriel (Hermógenes) en El patrón: radiografía de un crimen.
—El nombre de Hermógenes es muy fuerte, pero tampoco fue el real.
—No, el verdadero nombre de ese hombre es Víctor, simplemente. Y contaba que el patrón nunca lo llamaba por su nombre, siempre usaba cualquier apelativo, salvo cuando lo insultaba o denigraba; ahí sí lo nombraba. Así que sentía terror cuando escuchaba su nombre, y para que el espectador sienta eso más vívidamente, busqué un nombre más potente, que se note bien que es empleado solo en circunstancias extremas. Un nombre que es empleado en la zona de Santiago del Estero y que además remite a la mitología griega.
—Hasta antes de El patrón tenías varios documentales en tu haber, casi todos en codirección.
—Sí, salvo El rascacielos latino y Que sea rock, que las hice solo. La primera es un recorrido sobre la estructura y los mitos del Palacio Barolo, un trabajo que quiero mucho y que se ha vuelto prestigioso. Ha interesado tanto que dio pie para una futura película de ficción de corte internacional estilo El Código Da Vinci; ya ha habido conversaciones y puede ser un proyecto ambicioso. Los otros son los que más repercusión han tenido, realizados junto a mis socios Nicolás Batlle y Fernando Molnar: Rerum Novarum y Mundo Alas. Por otro lado Que sea rock, que la dirigí para Aries, la productora de las históricas B.A.Rock, me permitió que un día me llame nada menos que León Gieco para decirme que si yo había podido lidiar con los rockeros argentinos más importantes, ¡era una garantía para que hagamos juntos Mundo Alas! León fue el verdadero motor del proyecto, el autor de la idea de la película y realmente la codirigió, un filme que aún se sigue exhibiendo en diferentes lados del país y del mundo, porque él lo tiene como un estandarte.
—Cómo fue el proceso de transformación física y gestual de Joaquín Furriel? Está irreconocible en el filme.
—No me voy a mandar la parte de que soy un experto porque era la primera vez que trabajaba con actores; apelé fundamentalmente a mi intuición. Creo que lo más importante en este sentido es que haya un buen guión y estén bien construidos los personajes, que sean profundos, al igual que sus vínculos entre ellos, eso enciende a un intérprete. Y en cuanto a su transformación, la trabajamos mucho y fue muy ardua para él porque le exigí mucho. Yo lo quería a Joaquín para mi película, ¡pero para el rol del abogado! Me imaginaba a ese personaje hecho por un tipo atractivo como él, y cuando leyó el guión me salió con que no le interesaba el abogado, que quería hacer de Hermógenes. Me desconcertó, porque además yo estaba haciendo castings con actores que físicamente daban bien con el rol, acá y en Santiago del Estero. Así que le dije que mi condición era que efectuara un radical cambio en su aspecto: el tono de su piel, el color de sus ojos, su postura corporal, etcétera. Cosa que aceptó de manera absoluta, pese a que me anticipó que le ocasionaban mucha molestia los lentes de contacto, pero toleró todo y los resultados están a la vista, su transformación fue asombrosa y su tarea actoral ejemplar.
—Me decías que a partir de esa película te abundan proyectos.
—El que más avanzado tengo es una comedia, con la que pienso cambiar bruscamente de género. Se llama No hay hombres y es una comedia coral de mujeres. Tres amigas a las que no les va tan bien en las relaciones de pareja y tienen distintas formas de encarar proyectos de maternidad al tiempo que se enfrentan a los fantasmas de la crisis de los 40. Tengo la gran novedad de que la vamos a producir con Patagonik y estamos delineando un elenco de primera línea. Por otro lado me están contratando para dirigir otras dos películas que espero se confirmen en las próximas semanas.
—¿Puede haber una recesión en el cine argentino?
—Hay una situación extraña e incierta por los problemas económicos en esta transición, pero esperemos que las cosas se encaucen. Igual siempre hay rodajes, a pesar de todo. Porque ahora, además de los tanques de Darín o Suar, Szifron o Campanella, hay productos intermedios que alcanzan buenas recaudaciones, fuera de las independientes de autor, que siempre se desempeñan bien en festivales y logran el apoyo de la prensa especializada. Filmes de género que no están en esos extremos y que tienen su lugar, a veces con intérpretes reconocidos, y por suerte las productoras se animan a hacerlos.
—¿Sueñas con filmar en otras latitudes?
—Me encantaría, pero con poder filmar acá me alcanza. Yo pienso mucho en el público argentino, la verdad. Me preocupa acertar con temáticas que sean de nuestro interés y hacer un cine de autor que busque la masividad.
*La entrevista fue realizada y publicada originalmente en la revista Veintitrés.
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“Inmensamente feliz por todo lo que me sigue deparando esa película. Increíble que estemos en doce rubros para los Cóndor de de Plata de la Asociación de Cronistas Cinematográficos, superando a El clan, el más importante y exitoso estreno del año pasado, que recibió diez nominaciones. Un gran orgullo porque la nuestra era una ópera prima independiente y de bajo presupuesto. Y además vale la pena señalar que se trata del filme que más nominaciones recibió en la historia de este premio después de El secreto de sus ojos, nada menos. La película de Campanella tuvo catorce, y después viene El patrón. Además ha entrado en todos los rubros que podía haber estado, ¡cartón lleno!”.
—¿Cómo llegaste a la historia de El patrón?
—Por mi padre, que era amigo del verdadero abogado de Hermógenes, que se llamaba Elías Neuman y escribió un breve libro acerca del caso con el mismo título. Leí ese texto en una sentada y vi que ahí había un filme, más que nada por la dureza de la historia, que era aún mucho peor de lo que finalmente quedó en la pantalla. Para empezar, en realidad ese empleado soportó durante diecisiete años a ese patrón; en mi película reduje todo a poco más de un año y medio por cuestiones narrativas. O sea que ese tipo soportó durante muchos años un trabajo torturante y a un real déspota.
Joaquín Furriel (Hermógenes) en El patrón: radiografía de un crimen. —El nombre de Hermógenes es muy fuerte, pero tampoco fue el real.
—No, el verdadero nombre de ese hombre es Víctor, simplemente. Y contaba que el patrón nunca lo llamaba por su nombre, siempre usaba cualquier apelativo, salvo cuando lo insultaba o denigraba; ahí sí lo nombraba. Así que sentía terror cuando escuchaba su nombre, y para que el espectador sienta eso más vívidamente, busqué un nombre más potente, que se note bien que es empleado solo en circunstancias extremas. Un nombre que es empleado en la zona de Santiago del Estero y que además remite a la mitología griega.
—Hasta antes de El patrón tenías varios documentales en tu haber, casi todos en codirección.
—Sí, salvo El rascacielos latino y Que sea rock, que las hice solo. La primera es un recorrido sobre la estructura y los mitos del Palacio Barolo, un trabajo que quiero mucho y que se ha vuelto prestigioso. Ha interesado tanto que dio pie para una futura película de ficción de corte internacional estilo El Código Da Vinci; ya ha habido conversaciones y puede ser un proyecto ambicioso. Los otros son los que más repercusión han tenido, realizados junto a mis socios Nicolás Batlle y Fernando Molnar: Rerum Novarum y Mundo Alas. Por otro lado Que sea rock, que la dirigí para Aries, la productora de las históricas B.A.Rock, me permitió que un día me llame nada menos que León Gieco para decirme que si yo había podido lidiar con los rockeros argentinos más importantes, ¡era una garantía para que hagamos juntos Mundo Alas! León fue el verdadero motor del proyecto, el autor de la idea de la película y realmente la codirigió, un filme que aún se sigue exhibiendo en diferentes lados del país y del mundo, porque él lo tiene como un estandarte.
—Cómo fue el proceso de transformación física y gestual de Joaquín Furriel? Está irreconocible en el filme.
—No me voy a mandar la parte de que soy un experto porque era la primera vez que trabajaba con actores; apelé fundamentalmente a mi intuición. Creo que lo más importante en este sentido es que haya un buen guión y estén bien construidos los personajes, que sean profundos, al igual que sus vínculos entre ellos, eso enciende a un intérprete. Y en cuanto a su transformación, la trabajamos mucho y fue muy ardua para él porque le exigí mucho. Yo lo quería a Joaquín para mi película, ¡pero para el rol del abogado! Me imaginaba a ese personaje hecho por un tipo atractivo como él, y cuando leyó el guión me salió con que no le interesaba el abogado, que quería hacer de Hermógenes. Me desconcertó, porque además yo estaba haciendo castings con actores que físicamente daban bien con el rol, acá y en Santiago del Estero. Así que le dije que mi condición era que efectuara un radical cambio en su aspecto: el tono de su piel, el color de sus ojos, su postura corporal, etcétera. Cosa que aceptó de manera absoluta, pese a que me anticipó que le ocasionaban mucha molestia los lentes de contacto, pero toleró todo y los resultados están a la vista, su transformación fue asombrosa y su tarea actoral ejemplar.
—Me decías que a partir de esa película te abundan proyectos.
—El que más avanzado tengo es una comedia, con la que pienso cambiar bruscamente de género. Se llama No hay hombres y es una comedia coral de mujeres. Tres amigas a las que no les va tan bien en las relaciones de pareja y tienen distintas formas de encarar proyectos de maternidad al tiempo que se enfrentan a los fantasmas de la crisis de los 40. Tengo la gran novedad de que la vamos a producir con Patagonik y estamos delineando un elenco de primera línea. Por otro lado me están contratando para dirigir otras dos películas que espero se confirmen en las próximas semanas.
—¿Puede haber una recesión en el cine argentino?
—Hay una situación extraña e incierta por los problemas económicos en esta transición, pero esperemos que las cosas se encaucen. Igual siempre hay rodajes, a pesar de todo. Porque ahora, además de los tanques de Darín o Suar, Szifron o Campanella, hay productos intermedios que alcanzan buenas recaudaciones, fuera de las independientes de autor, que siempre se desempeñan bien en festivales y logran el apoyo de la prensa especializada. Filmes de género que no están en esos extremos y que tienen su lugar, a veces con intérpretes reconocidos, y por suerte las productoras se animan a hacerlos.
—¿Sueñas con filmar en otras latitudes?
—Me encantaría, pero con poder filmar acá me alcanza. Yo pienso mucho en el público argentino, la verdad. Me preocupa acertar con temáticas que sean de nuestro interés y hacer un cine de autor que busque la masividad.
*La entrevista fue realizada y publicada originalmente en la revista Veintitrés.
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