Desde La sagrada familia (2006), su primer largometraje, el chileno Sebastián Lelio se ha metido siempre entre “las patas de los caballos”, como él dice. Ha tocado conflictos, prejuicios e hipocresías de nuestras sociedades contemporáneas que llevan al espectador a “pensarlo todo de nuevo” o, lo que es lo mismo, a formularse preguntas tan esenciales como las que dan título a esta entrevista. Pero nunca lo ha hecho desde la postura del provocador o del denunciante, que en el fondo es la más convencional, y “aburrida”, añadiría él. Si en su multipremiada Gloria (2013) encontró el adecuado tono pop para contar las peripecias vitales, amorosas y sexuales de una mujer solitaria a punto de entrar “en el otoño de la vida”, en Una mujer fantástica (2017) presenta un brillante melodrama sobre la historia de amor de una mujer transexual. “Un tema que de alguna manera sintetiza muchas cosas por las que estamos pasando como sociedad en Chile, pero también como sociedad humana”, le dice a Antonella Estévez en esta entrevista publicada en CineChile antes del estreno de la película en su país. Una mujer fantástica recibió ayuda de Ibermedia en la Convocatoria 2015, se alzó con el Oso de Oro al Mejor Guión en el Festival de Berlín y acaba de ser nominada a Mejor Película Iberoamericana en los Goya de la academia española y también a Mejor Película de Habla No Inglesa en los Oscar 2018.
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Escribe ANTONELLA ESTÉVEZ B.
Después de Gloria que fue una película súper exitosa —donde hiciste un tránsito muy interesante entre el cine de autor y uno más enfocado en la audiencia—, ahora te lanzaste con una película también con una protagonista femenina, aunque no se trata de cualquier mujer. ¿Por qué contar esta historia? ¿Qué te pareció interesante en la historia de Marina?
Me pareció muy desafiante todo, eso lo más entretenido. Lo más excitante era meterse en la pata de los caballos y éste era un tema tan exigente que obligaba a pensarlo todo de nuevo. De alguna forma el tema y el hecho de que Daniela, la actriz, de verdad es una mujer transexual que está interpretando a Marina que es un personaje transexual, empujó la película hacia delante por decirlo así, temáticamente, estilísticamente. Y eso fue muy provocador para mí. Me gustó mucho el desafío. Eso por un lado, y por otro lado también sentía que era un tema que de alguna manera sintetiza y resuena con muchas cosas por las que estamos pasando como sociedad en Chile, pero también como sociedad humana, digamos. El tema de cuáles son los límites de nuestra empatía, de lo que estamos dispuestos a permitir; el considerar que hay personas más legitimas que otras y amores legítimos e ilegítimos; y que existan personas que creen que pueden declarar esa legitimidad. ¿Con qué autoridad se roban ese derecho? Todo eso me parecía muy desafiante, muy interesante de explorar.
Con tu primera película La sagrada familia (2006), tú entraste con temas polémicos, te metiste con la doble moral de las familias chilenas y nuestra relación con la religión. Recuerdo mi impacto cuando vi esa película en el Festival de Cine de Valdivia, porque no recuerdo haber visto una escena de besos y luego de sexo homosexual en el cine chileno, por lo menos hasta ese momento. ¿Sientes que de alguna manera sigues fiel a esta idea de visualizar aquellas cosas que no queremos mirar de frente?
Parece (risas). No sé, la verdad, es que es difícil; o sea, mirando hacia atrás, uno puede explicar las cosas, pero eso es desde el ahora. En realidad, para mí, el primer gran motor es aquello que a uno le emociona, que te produce una emoción grande el solo hecho de pensar lo que puede llegar pasar; lo que por ejemplo una película como Una mujer fantástica podría hacerle a Chile, de verla en la plaza pública. Y siempre me pasa lo mismo, la misma motivación, creo que he andado persiguiendo algo parecido. Pero claro, entiendo tu pregunta y no sé como responderla (risas).
He tenido el privilegio de entrevistarte con cada una de tus películas y me acuerdo de que con Gloria comentamos que pasó algo muy interesante: el que sin salir del circuito de festivales y del reconocimiento de la crítica en que tus películas anteriores habían estado, Gloria además se acercó a un público mucho más amplio, un público que en general no veía cine chileno hasta ese momento y que además no había visto un personaje como Gloria representado en el cine. ¿Cuánto de esa experiencia te influyó para hacer Una mujer fantástica?
Muchísimo, muchísimo. Al hacer Gloria llegué a ese lugar de querer conectar una manera muy natural, digamos; fue un proceso muy orgánico y, después de tres películas —y sobre todo después de haber hecho una película bastante oscura y dura como fue El año del tigre, una película casi de emergencia—, yo sentía que estaba listo para el siguiente paso un poco, que es justamente intentar tocar a los espectadores y a audiencias más transversales. Ése era el anhelo al momento de hacer Gloria. Yo le decía a la gente que estaba involucrada en el proyecto, en los albores del proyecto, que iba a hacer mi primera película pop, y me miraban con cara de “éste se volvió loco” (risas).
Claro: “Lo perdimos…”.
Claro. ¿Cómo una película sobre una señora que se va de fiesta puede ser pop? Pero bueno, yo así lo sentía y creo que la maravilla fue haber visto cómo esa película resonó y tanta gente la vio y tanta gente se reconoció y tanta gente fue tocada por la película en tantos lugares y tantos países. Evidentemente es una experiencia que marca, que te deja en un lugar desafiante. Entonces la gran pregunta era cómo hacer de la historia de Una mujer fantástica —que es una historia de amor y de muerte que tiene el pequeño detalle de que su centro es una mujer transexual— fuera una película suficientemente atractiva y potente como para ojalá llegar a un público amplio, un público transversal.
Que las películas tengan una dimensión social, por supuesto que sí. Pero sin aburrir. Que sean como un Caballo de Troya, que el espectador no se dé cuenta de lo que la película está haciendo
Desde su estreno en Berlín la película ha sido muy bien criticada y una de las palabras que se han usado es “luminosa”, y ahí hay una cosa que me llama la atención, porque en general, cuando hablamos de representación de la transexualidad en el cine, eso está bastante ligado al drama y la denuncia. Tu película también tiene eso, pero ¿cómo hiciste para que no se quedara en este drama que vive el personaje de Marina, que es rechazada por el mundo frente a la muerte de su novio, sino transformarla en un canto a la identidad, a la valentía?
Buena pregunta. Yo creo que el gran problema es el tono, el tono es el secreto. Y lo otro es la estética, porque bueno: “la estética es la ética”. Entonces, uno puede pensar que una película sobre una mujer transexual en el Santiago de Chile contemporáneo que se ve enfrentada a la muerte de su novio y que tiene que enfrentar a la familia y al mundo, debería ser una película cruda, filmada en cámara en mano y así como “mal iluminada”, porque ése es el tipo de estética a la que esa narración pertenecía hasta ahora. Pero a mí me parecía que uno de los desafíos era sacar a la película de ese mundo ocre y tosco y llevarlo a un lugar de casi flamboyante, a un lugar de éxtasis, de exceso estético. Es tomar un personaje que la sociedad rechaza y pone al margen, y la película lo que hace es ponerlo al centro, le hace una carta de amor y la filma como si fuera Sofía Loren (risas), y ése es el juego de la película. En el fondo es una especie de acto de amor cinematográfico hacer ese personaje.
Quería detenerme en lo último que decías, Sebastián, respecto a lo flamboyante de la imagen. Yo he leído criticas y también he escuchado a gente que ha visto la película y ha dicho que podría perfectamente haber sido filmada por Almodóvar, que se nota la influencia de Douglas Sirk, de los grandes maestros del melodrama, pero al mismo tiempo es muy Lelio. ¿Cómo se mezclan ese reconocer los referentes y hacer esta carta de amor que tú dices al personaje de Marina, y al mismo tiempo mantenerte cercano a lo que tú has hecho antes, a pesar de que lo que tú has hecho antes es ir cambiando con cada película?
Sí, bueno, mira: todo es súper loco de escuchar, y obviamente uno se siente muy agradecido y con mucha distancia, sobre todo cuando nombras a Douglas Sirk (risas), que a mí me encanta. Es que hay algo en el melodrama que tiene que ver justamente con la distancia estética, es lo estetizante lo que genera la tensión que eleva los materiales, digamos, más rudimentarios del género. Es tan bello de ver que ahí se produce un encuentro entre el tema y la estética que es la gracia del melodrama. Ahora, en este caso, hay un desafío un poco más loco porque yo defino la película como una película transgénero en el sentido del cruce de géneros cinematográficos. La película visita distintos géneros: tiene algo de cine romántico, pero también posee algún coqueteo con el thriller y con el policial, con el cine fantástico, con el cine de humillación y venganza, con el retrato de personaje, con el cine de mujeres, con la fantasía, incluso con el musical. Entonces esa identidad oscilante de la película conecta con la identidad oscilante de su personaje. Y yo creo que ambas se niegan a ser encasilladas en una sola etiqueta. Digamos, encontrar ese concepto, encontrarle su solución, su contraparte cinematográfica, fue muy desafiante antes de hacerla. Y es lo que más le agradezco a la película y que de alguna manera contesta tu primera pregunta: “¿Qué te llevó hacer esto?”. Es justamente la maravilla de meterse en menudo problema (risas).
Ahora tú hablabas de esta cosa de la transgenerización del cine y quería preguntarte si, estando en Berlín y teniendo también este acceso al cine de distintas partes del mundo, ¿te da la impresión de que el futuro del cine va para allá, va para esta fusión y desprejuiciamiento respecto a lo que los géneros son?
Posiblemente este cine venga en respuesta a un cine que durante un par de décadas tendió a secar mucho, se puso un poquito como “facho izquierda”, digamos (risas), como cartucho pero de lo bien pensante, sin música, a puro plano secuencia. Como que había un “deber ser” de las películas que las empezaron a volver un poco sofocantes, creo yo. Ahora, con esto no digo que no hayan maravillas de películas hechas así y que no vayan a seguir existiendo, sólo digo que hay malas películas que fueron influenciadas por esas películas que terminaron por agotar un recurso, siento yo. Entonces, en la vida todo es bastante pendular, y ahora probablemente venga una vuelta, una recuperación de una cierta energía vital, de una cierta vocación más celebratoria del cine mismo, de la vida misma, sin por eso tener que dejar de hablar de lo que realmente importa.
Respecto del hablar de “lo que realmente importa” y de la responsabilidad del cineasta, pareciera que siempre hay una cosa un poquito complicada ahí. ¿Cuál es tu posición respecto al rol político — y por político no estoy diciendo militante— como generador de imaginarios, del realizador?
Bueno, es lo ideal. El ideal de una película es: primero que nada, ser vista y, segundo, interpelar, tocar lo que está ocurriendo con una luz nueva. Dar algún tipo de aprovisionamiento para la vida. Ahora lo interesante que tiene el cine es que hay muchísimas más maneras de lograrlo, y no hay ninguna receta. Curiosamente cuando pasa con fuerza es cuando se explora algo nuevo. Pero claramente aquí no estamos en el terreno de ciencia ni de lo que se puede calcular. Entonces es muy difícil de asir lo que tú estas diciendo, porque no hay ninguna receta.
Pero, ¿para ti es importante ese rol político?
Que las películas tengan una dimensión social, por supuesto que sí. Pero sin aburrir y, al mismo tiempo, ojalá que sean como un Caballo de Troya. Que uno como espectador no se dé ni cuenta de lo que la película está haciendo. Y que el revestimiento del mensaje sea el espectáculo, el espectáculo del cine, y no se sienta como leer un manual de buen comportamiento social.
Ahora, finalmente, el poder que puede tener una buena película es ponerte por un rato en los zapatos de ese otro —que resulta tan otro en nuestras cabezas y nuestros prejuicios—, y que cuando te dejas seducir por el relato luego te das cuenta que ese otro también ama, también se asusta, también le duele. Y, por ejemplo, me parece que es un tremendo acto político filmar como Sofía Loren a una mujer transexual…
¡A mí también! (risas), y yo creo que lo que le pasó a Gloria también era eso. Ahora, no todo el mundo lo entiende así y está bien. También cuando uno pone algo en la plaza pública tiene que estar preparado a todo, al escupitajo y al aplauso.
¿Y tú has sentido eso? Porque por lo que se ve desde afuera, desde su estreno en Berlín, todo ha sido muy celebratorio para esta película. ¿Sientes que también hay un riesgo para ti por meterte en estos temas?
Te prometo que antes de Berlín yo estaba preparado para, por decir lo menos, mucha división. Yo pensaba que la película iba a generar división, que la recepción iba a ser muy dividida. Y en Berlín, te prometo que no podía entender lo que estaba pasando, pensé que todos se habían vuelto simplemente locos, porque fue unánime y fue de alguna manera lo que pasó, fue más fuerte que con Gloria. Y la película va a ser estrenada en más países que Gloria. Es muy difícil de evaluar, y estoy demasiado agradecido de lo que pasó y sorprendido, sobre todo sorprendido, porque la película por supuesto que se mete con temas puntudos y peliagudos y quizás dolorosos, pero es una película hecha desde un lugar de amor por ese personaje, y quizás eso terminó prevaleciendo, y quizás eso es con lo que la gente conectó, pero yo no lo vi venir.
En estos días previos al estreno, tu protagonista, Daniela Vega, ha estado mucho en los medios con bellas fotografías y desplegando mucho poder en su imagen. Hace poco la veía en televisión y decía: “Los transexuales siempre hemos estado en la cultura”. Yo pensaba que a mí me ha tocado ver películas donde aparecen personajes transexuales, pero nunca puestos como la heroína hermosa, sino más bien la heroína victimizada, si tú quieres ponerlo así… ¿Cómo observas tú esta atención que ha adquirido tu actriz? Daniela había hecho una película antes, un largometraje muy interesante llamado La visita. Pero ahora tú la transformaste en esta especie de diosa de la pantalla. ¿Cómo la miras ahora que la película la está poniendo de alguna manera bajo las luces, y ella está utilizando ese espacio de manera muy potente y política?
Bueno, con muchísima admiración, sobre todo porque obviamente al momento de conocerla quedé fascinado con ella. Me cayó muy bien, la encontré muy ácida, muy rápida, muy política, muy simpática, muy asertiva. Y también con una gran gracia, que es esa capacidad de ligereza para decir las cosas más duras. Y eso es un gran talento. La verdad es que desde Berlín había estado súper ocupado, entonces no la había visto en los últimos meses. En el Festival de Berlín yo la miraba con la boca abierta, cómo ella se movía, cómo todo el mundo la miraba, era como un magneto, un imán. Y ella recibiendo toda esta atención con una naturalidad y con una gracia que es muy interesante, porque eso justamente convierte la frivolidad en política, y de manera casi de contrabando va instalando un mensaje.
¿Y qué esperas que pase con el estreno de la película en Chile?
Ojalá que pase algo parecido de lo que pasó en Alemania, donde gente de todo el mundo conectó, enganchó, se emocionó, habló de ella y la recomendó. Ojalá la gente la vea, ése es el sueño.
Y todavía jugando más allá, ¿qué te gustaría que le pasara a la gente cuando vea Una mujer fantástica?
Espero que se emocione, que viva un viaje fuerte, que sea como que se abroche el cinturón y se deje llevar la hora y cincuenta que dura la película. Y cuando la película termine diga así como: “¿Qué pasó?, ¿qué fue eso?”, porque la película tiene ese vigor narrativo y un cierto esplendor estético también, cierto tamaño, cierta escala. Y ojalá que empatice con Marina, que de tanto mirarla termine viendo como ella, que de tanto sentirla termine queriendo verla prevalecer y sobrevivir, y el espectador se descubra a su lado y, estando al lado de ella, a lo mejor eso sea un hallazgo. El descubrir que se puede, y que vea a un ser humano, ni siquiera que vea a una mujer, sino que vea a un ser humano con el cual es factible empatizar, conectar, incluso al cual es posible querer.
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La entrevista fue publicada originalmente en el portal CineChile. Enciclopedia del cine chileno, el 4 de abril de 2017.
Tráiler
https://vimeo.com/210493383