La distancia más larga, la ópera prima de la directora venezolana Claudia Pinto, no para de recibir buenas noticias. Ha ganado varios premios en festivales internacionales, entre ellos el Glauber Rocha en Montreal (Canadá), ha sido vista por más de 180 mil personas en los cuatro meses que lleva en la cartelera de Venezuela, y es uno de las 15 largometrajes preseleccionados a Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya. Claudia Pinto ha concedido esta entrevista en exclusiva para la sección Nuestras Crónicas del portal Ibermedia donde nos cuenta su íntimo viaje.
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Escribe ESTEFANÍA MAGRO
El dolor por la pérdida de un ser querido y las distancias, tanto físicas como psíquicas, a las que uno tiene que enfrentarse en la vida son sentimientos que han marcado a Claudia Pinto (Caracas, 1977). Esta joven directora venezolana ha querido trasladar sus íntimas emociones en su primera obra, La distancia más larga. Un viaje interior donde el paisaje es la clave de las sensaciones de los personajes, sobre todo de su protagonista, interpretada por la fabulosa Carme Elías, que quedó prendada de la obra en cuanto leyó el guión.
La distancia más larga narra la historia de Martina, una mujer española de 60 años, que recibe la mala noticia de que está a punto de fallecer y decide viajar a la Gran Sabana para decir adiós a la vida. Su intención es subir el monte Roraima y a mitad de camino dejarse morir. Una repentina visita de su nieto Lucas dará un vuelco a sus planes.
La ópera prima de Claudia Pinto es una película viva, capaz de mover emociones dormidas y que como dice la directora “busca acortar todas las distancias, incluso con el espectador”.
El reencuentro, la libertad de elección, la familia, la distancia, las segundas oportunidades, la muerte… ¿Qué te inspiró para escribir, producir y dirigir La distancia más larga?
Comenzó en un viaje (como no), mi primer viaje a la Gran Sabana. Mi madre había fallecido dos meses antes, y yo estaba en el primer impacto, en el dolor inmediato, pero no me había conectado realmente con lo que su ausencia significaría para mí. Esa conexión ocurrió en ese lugar mágico en el que es imposible esconderse de uno mismo. Fue un diálogo íntimo muy sanador, y recuerdo que me dije, quiero hacer una película de esta sensación. En La distancia más larga los personajes llegan a la Gran Sabana huyendo de algo y, sin pretenderlo, consiguen ser absolutamente libres.
¿En qué momento de tu vida te decidiste a emprender este viaje?
El viaje de realización de la película estuvo marcado por un momento de mi vida en el que la palabra “distancia” lo marcaba todo. Estaba lejos de mi país, de mis afectos, había perdido a un ser querido… Me hice muchas preguntas, y me aferré a lo que tenía: mis recuerdos, mis miedos, mis sueños.
Carme Elías encarna a Martina, ¿qué es lo que viste en esta actriz para decidirte desde el primer momento por ella como protagonista?
Había visto a Carme Elías en teatro varias veces, y sabía que era una actriz extraordinaria. Pero fue cuando la vi en Camino de Javier Fesser cuando pensé en ella para Martina. Veía que Carme podía darle al personaje ese contraste entre dureza y fragilidad que necesitaba, que podría darle a Martina esa gran coraza que la protege, y a la vez dejarnos ver su alma deshecha.
¿Fue muy difícil llegar hasta ella?
Le hicimos llegar el guión, y le encantó. No dudó en que quería hacer esta película. De hecho en nuestro primer encuentro no me planteó dudas de la historia, ni del personaje. Sabía perfectamente de qué hablaba la historia e hizo al personaje suyo enseguida. Me atrevería a decir que fue amor a primera vista. Vivimos un proceso creativo muy intenso y enriquecedor que compartimos a todos los niveles. Es una actriz llena de cualidades, con una capacidad y mística de trabajo admirables, y con una calidad humana excepcional.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Carme Elías, reconocida actriz española ganadora del Goya a la Mejor Actriz por Camino (2008), y con Iván Tamayo (Julio), uno de los mejores actores de cine, teatro y televisión en Venezuela?
El primer contacto que tuve con Carme fue muy cercano, me sentí cómoda con ella desde el principio. Nuestra relación fue creciendo a lo largo de los ensayos, y se afianzó en el rodaje de tal manera que hoy por hoy compartimos una hermosa amistad. Es una actriz llena de recursos, y su humildad y entusiasmo la convirtieron en una magnífica compañera de trabajo que logró meterse en el bolsillo a todo el equipo, y se entregó a la experiencia intensamente.
En una etapa inicial hablamos mucho del personaje. Intentábamos ver a Martina por dentro, indagar en todas sus aristas, hilar muy fino para hacer coherentes y humanas todas sus contradicciones. Es un personaje complejo, lleno de debates internos, pero cuando conseguimos comprender cómo se sentía en cada momento y por qué, encontramos un código común que nos permitió tener un norte claro en rodaje. En el set bastaba con precisar qué emoción, o más bien qué recorrido emocional vivía el personaje en cada secuencia, y después Carme, con un trabajo actoral impecable, conseguía que Martina transitara de una emoción a otra con tal honestidad y verdad que es imposible no entender y querer a este personaje.
En todos los actores buscaba el resultado más verdadero y honesto posible, y tuve la suerte de que ellos conviertieron mi obsesión en la suya, y lucharon conmigo hasta conseguirlo
Con Iván Tamayo el trabajo fue muy enriquecedor, lo admiro desde que comencé a ir al teatro siendo casi una niña. Tiene mucho peso en escena y a la vez es muy natural, y este contraste me encanta y para Julio era perfecto. Trabajamos muy a gusto, y aprendí mucho de él.
En todos los actores buscaba el resultado más verdadero y honesto posible, y tuve la suerte de que ellos conviertieron mi obsesión en la suya, y lucharon conmigo hasta conseguirlo. No era fácil porque a veces las difíciles condiciones del lugar dificultaban mucho la concentración, pero otras, era precisamente el lugar la fuente de inspiración que nos ayudaba a sacar las secuencias adelante. La Gran Sabana además de ser nuestra aliada, fue una fuente inagotable de energía e inspiración. Realmente tuve un casting de lujo, y estoy feliz del trabajo que cada uno de los actores han hecho esta película.
¿Y con los jóvenes y reveladores actores Omar Moya (Lucas) y Alec Whaite (Kayemó)?
En el caso de Carme e Iván su experiencia era un gran aval, pero realmente la experiencia que tenga un actor no es determinante para mí. Lo más importante es lo que consigue transmitirme, lo que le veo por dentro, y la conexión que hago con él. Me muevo mucho por intuición. Omar Moya (el niño protagonista) y Alec Whaite (su compañero de viaje) no tenían experiencia, pero sí la esencia de lo que estaba buscando, y el talento y la capacidad de trabajo suficiente como para darme la confianza para apostar por ellos. El trabajo con los actores es una de las cosas que más disfruto del proceso de creación de una película. Para mí es importante que confiemos el uno en el otro, que seamos cómplices, y que podamos disfrutar y compartir el proceso de creación de un personaje.
¿Cómo fue el rodaje y la producción?
En esta película La Gran Sabana no era simplemente una localización que ilustra la historia, era el origen de todo, y está directamente unida al pulso que late en cada personaje. Esto era un lujo a la hora de escribirla, de imaginarla, pero un gran problema a la hora planificarla y rodarla. Nunca se había filmado algo de tal envergadura en la Gran Sabana, eran seis semanas completas de filmación en un lugar que no estaba habilitado para ello: conseguir combustible era una odisea, los traslados entre locaciones eran tan largos que los planes de rodaje no encajaban, la mayoría de accesos eran por caminos de tierra y los camiones no pasaban, alimentar a un equipo de filmación de 60 personas era complicadísimo y muy costoso, los hospedajes eran muy limitados, y ni hablar de la logística que implicaba filmar en la cima del Roraima con actores, equipos, etc. Hicimos miles de planes de rodaje, evaluamos traernos algunas secuencias a Caracas, pero los intentos no encajaban y la película perdía algo sustancial cuando lo intentábamos. Cuando eres guionista, directora y productora, como era mi caso, asumes tres roles muchas veces incompatibles, y congeniarlos es complicado, y más en esta película en la que la fuerza que me movía a filmar en la Gran Sabana era tan potente como los obstáculos que se nos presentaban. Pero finalmente, nos lanzamos a la aventura, el equipo de produccion y fotografía luchaba contra un clima muy variable (llovía y salía el sol por minutos), los actores hicieron grandes esfuerzos para que las condiciones del rodaje no pertubaran una interpretación que se exigía auténtica, y todos luchábamos por mantener la concentración y no perder la esencia de la historia. Pero cuando los problemas nos bombardeaban, la Gran Sabana y el Roraima estaban allí para recordarnos cuál era el norte de la historia. Vivimos la experiencia intensamente, y eso se nota en la película.
Caracas, La Gran Sabana y el Roraima son tan importantes dentro de la película que parece que conforman la naturaleza interior de los personajes. ¿Qué papel juega el paisaje dentro de la película?
Quería contar la historia de unos personajes que se sienten asfixiados, ahogados dentro de sus propias vidas, y consiguen respirar y tomar las riendas. El contraste entre Caracas y la Gran Sabana era perfecto para narrar este tránsito. En este viaje interior el paisaje era clave, pero no como un personaje más, sino como el reflejo de las emociones que estos personajes se empañan en ocultar. La Gran Sabana al principio de la película no es un paraíso para Martina, sino más el lugar que le pone delante todos sus fantasmas, y allí está lo interesante.
¿Por qué decidiste rodar la película en estos fabulosos e impactantes escenarios?
Me interesaba mostrar dos caras de nuestro país, el lado más frenético y agresivo que nos ofrece Caracas, y por contraste, el paraíso que tenemos en la Gran Sabana, y en medio unos personajes llenos de contradicciones que luchan por ser felices, fieles a sí mismos, y por conseguir su libertad. El paisaje fue un gran aliado a la hora de contar la historia de unos personajes que creen, que huyen, pero que en realidad se están buscando.
La distancia más larga ya ha recorrido más de 50 festivales internacionales. Un largo y, a la vez, fructífero viaje. Habéis ganado varios premios, entre ellos el Glauber Rocha a la Mejor Película de América Latina en el Festival des Films du Monde de Montreal (Canadá), uno de los certámenes cinematográficos más prestigiosos del mundo y uno de los pocos reconocidos con la categoría A por la Federación Internacional de Productores de Films (FIAPF), como Venecia, Cannes, Berlín o San Sebastián. ¿Qué pensaste cuando recogiste este premio?
En Montreal sentí que se cerraba una etapa, la de creación de la película porque se proyectó por primera vez con el público. Pero al recibir el Glauber Rocha, un premio que otorga precisamente el público, sentí que se iniciaba una etapa nueva, la del contacto íntimo de la película con el otro, y en viaje aún estamos, afortunadamente.
Pero esta coproducción hispanovenezolana no solo ha seducido a la crítica, también a los espectadores, ya que varios de esos premios que habéis logrado han sido elegidos por el público, como en el Festival de Huelva (España) o en el Festival de Cine venezolano de Mérida. ¿A qué saben estos premios? ¿Cómo te sientes cuando ves que tu trabajo es reconocido y galardonado?
Cuando empecé a concebir esta historia no sabía qué película sería, y mucho menos el recorrido que tendría. Era capaz de visualizarla completa antes de rodarla, pero en el cine hay tantos factores externos que te condicionan, y que incluso determinan el resultado, que era imposible visualizar un reconocimiento nacional e internacional en ese momento. Yo me enfocaba en que todas las decisiones que iba tomando fueran honestas, y en línea con el sentimiento que me aventuró a este “viaje”, y tuve la suerte de contar con un equipo que me acompañó en esta lucha. Creo que la película está viva, que respira, que es como una casa con las ventanas abiertas dispuesta a recibir a quien quiera entrar en ella.
La película ya lleva más de 14 semanas en la cartelera de Venezuela y la han visto más de 180 mil espectadores, ¿qué crees que ha cautivado de esta película al público? Cuál es tu intención como directora en el espectador?
Me gusta el cine que no termina cuando se encienden las luces de la sala, que plantea preguntas, que mueve emociones dormidas, y sobre todo, que cuenta historias que el público puede hacer suyas. Con La distancia más larga buscaba acortar todas las distancias, incluso con el espectador.
De los 15 largometrajes preseleccionados a la Mejor Película Iberoamericana en los Goya, La distancia… es el único dirigido por una mujer. ¿Qué piensas de esto?
Es un hecho notorio, pero del que no me enorgullezco como mujer. Lamentablemente la presencia de mujeres directoras en el cine, sobre todo en el cine europeo, es escasa, y no por falta de talento. Confío en que esta tendencia cambie, y estamos en la lucha. Afortunadamente, en el cine venezolano la presencia de directoras mujeres es muy amplia, y con trayectorias cada vez más sólidas.
En enero sabremos si tu película será una de las cuatro candidatas al premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana. ¿Te ves con posibilidades? ¿Por qué?
La distancia más larga, más allá de tener un amplio y fructífero recorrido internacional, de tener un comportamiento en las salas de Venezuela muy positivo, de contar con una alta factura estética, técnica e interpretativa, y de estar enmarcada en paisajes impresionantes nunca vistos en el cine, es una película que está viva, que es honesta, y que conecta emocionalmente con el otro. Es un viaje del que cualquiera puede formar parte, y esa es la magia del cine.
Además, es una película muy cercana a España, y no por el hecho de que sea una coproducción, sino por lo que narra la historia y cómo lo narra. Se trata de una coproducción natural, y me atrevería a decir vital, no porque yo haya crecido y me haya formado en Venezuela y en España, sino porque Martina (Carme Elías), la protagonista de la historia, lleva tatuados de alguna manera ambos países, con sus contrastes y semejanzas. La distancia más larga es una película en esencia iberoamericana.
Es una película que está viva, que es honesta, y que conecta emocionalmente con el otro. Es un viaje del que cualquiera puede formar parte, y esa es la magia del cine
Confío en que La distancia más larga puede cautivar a los académicos, es un viaje que puede resultarles cercano, que pueden hacer suyo. Es una película hecha con mucho mimo, y parte de la magia del lugar en el que fue rodada ha quedado impregnada en sus imágenes.
Por otro lado, La distancia más larga también ha sido elegida recientemente para representar a Venezuela en los Premios Forqué, en los que los productores iberoaméricanos, a través de EGEDA y FIPCA, premiarán a la película latinoamericana más destacada del 2014. Este encuentro tendrá lugar el 12 de enero en Palacio Municipal de Congresos Juan Carlos I de IFEMA de Madrid. ¿Estás nerviosa? ¿Cómo te sientes ante tanto reconocimiento? ¿Cómo estás viviendo este momento?
Queremos que la película llegue a la mayor cantidad de personas posibles, y los premios ayudan a que tengan mayor visibilidad, y estimulan para seguir trabajando. Con todas las alegrías que nos ha dado La distancia más larga tengo más ganas que nunca de seguir haciendo cine.
Tu formación se ha impartido en Venezuela y en España, donde estudiaste guión cinematográfico. ¿Por qué elegiste España para tu formación como directora?
Sentía cerca a España de alguna manera, compartíamos la lengua y parte de nuestra historia, y además, aquí hay buenas escuelas de guión. Yo era consciente de que no tenía las herramientas para escribir un guión que sustentara una buena película. Así que me puse a investigar, y encontré que en España había un máster intensivo de guión, con una plantilla de profesores especialistas de todas partes del mundo y que se adaptaba a lo que estaba buscando. Dejé la productora en la que trabajaba dirigiendo documentales y publicidad, opté por una beca del Programa Ibermedia, y me vine a España para enfocarme en lo que realmente quería hacer, contar historias a través del cine.
Ahora estás afincada en Valencia, donde has desarrollado la mayor parte de tu carrera en televisión, al frente de producciones para Radio Televisión Valenciana como Les Moreres, Negocis de Familia o L’Alqueria Blanca. ¿Vas a seguir compaginando cine y televisión?
Dirigir televisión es una fantástica experiencia, un gimnasio que te permite rodar todos los días, trabajar con actores constantemente, y manejar equipos técnicos distintos y ante situaciones muy diversas. La televisión me ha dado muchas herramientas, y estoy segura de que seguiré aprendiendo mucho trabajando en ella.
¿Tienes otro proyecto cinematográfico en mente? ¿Nos puedes adelantar algo?
El impulso de todo lo vivido con La distancia más larga me está llevando a un nuevo proyecto, pero por ahora no puedo adelantar nada.
Pelo Malo, de Mariana Rondón, gana la Concha de Oro en San Sebastián; Azul y no tan rosa, de Miguel Ferrari, gana el Goya a la Mejor Película Iberoamericana, y tu película gana el Glauber Rocha en el Festival de Montreal. Todo en el mismo año. ¿En qué momento se encuentra el cine venezolano?
El cine venezolano está asumiendo riesgos, apostando por nuevos géneros, temas, formas y, lo más importante, se está encontrando con su público en Venezuela y a la vez con los jurados de los festivales y el público internacional. Y este doble encuentro es digno de destacar.
El público en Venezuela está yendo a ver nuestras películas. La distancia más larga tiene cuatro meses en cartelera, y no se trata de un caso aislado. Y los premios internacionales son cada vez más importantes y más frecuentes. Construir una cinematografía sólida es una carrera de fondo, pero es indudable que estamos creciendo. Me gusta pensar que lo mejor está por venir, me llena de ilusión y me motiva a seguir trabajando.
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