El pasado viernes 25 de noviembre murió Fidel Castro, el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana y, sin ninguna duda, el gobernante latinoamericano que más contribuyó al desarrollo del cine de nuestros países. El Programa Ibermedia y en especial los cineastas latinoamericanos, que tanto le deben al Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) y a la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), todos proyectos impulsados por él, sentimos su pérdida como la del estupendo amigo del cine que fue. El escritor y guionista Senel Paz le rinde homenaje en nombre de todos.
Escribe SENEL PAZ
En la inmensurable vida de Fidel Castro hay también una ruta cinematográfica. El comienzo quizás lo podemos ubicar en México en 1956 cuando alistaba con sus compañeros el viaje que los traería a Cuba en el yate Granma para iniciar la lucha armada. Una cámara de cine formaba parte del equipaje. No llegó a subir a bordo porque las necesidades de la conspiración obligaron a empeñarla. Pero hay fotos de ella en manos del expedicionario René Rodríguez, que la iba a empuñar.
Ya en la Sierra, Fidel y sus compañeros se dejaron filmar por algunos reporteros que lograron colarse en las lomas, como los norteamericanos Robert Taber y Wendell Hoffman o el español Enrique Meneses, imágenes sobre la vida de los guerrilleros en pleno monte hoy invaluables y que las televisoras muestran con frecuencia. Se nota en ellas algo de puesta en escena, lo que realza la importancia que el líder de la Revolución daba a la filmación como testimonio y divulgación.
Inmediatamente después de la huida de Batista, en un alto de la caravana que conducía a las tropas rebeldes hacia La Habana, Fidel se deja entrevistar y filmar en el aeropuerto de la ciudad de Camagüey. Habla en extenso de los planes revolucionarios, episodios de la guerra que acababa de concluir, los compañeros caídos y los planes inmediatos. Este material fue rescatado por la cineasta Rebeca Chávez y dio lugar a su documental El día más largo, estrenado en el 2011.
A partir de la entrada en La Habana el 8 de enero de 1959, son las cámaras las que se enamoran de Fidel y lo perseguirán para siempre a través de documentales, ficciones y hasta animados y viedojuegos. Los testimonios fílmicos de la llegada de los rebeldes a la capital, algunos en colores, han devenido iconos de la historia reciente de Cuba. Allí aparece Fidel junto a otros importantes héroes como Camilo y el Che, la tropa barbuda y el pueblo jubiloso que colmaba las calles y aceras.
Meses más tarde, en marzo de ese propio año, en medio de la vorágine y las tensiones de la revolución naciente, el líder de la Revolución tuvo tiempo para concebir y emitir, junto a Alfredo Guevara, el Decreto Ley 169 que creó el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC). Fue la primera medida de la Revolución triunfante en el campo cultural, anterior incluso a la Ley de Reforma Agraria. Los conceptos sobre el cine como arte y los derechos de los cineastas y el público a crear y ver un cine diverso y libre, siguen vigentes hasta el día de hoy.
Me consta que mientras Gabo soñaba y preparaba los proyectos, Fidel peinaba los campos aledaños a La Habana en busca de las instalaciones ideales para albergar la EICTV
Una entrañable amistad unió a Fidel y a Alfredo Guevara, el hombre que dedicó su vida a llevar el cine cubano a lugares cimeros del continente y el mundo. Ese afecto se tradujo en una relación permanente del Comandante revolucionario con la cinematografía. En los momentos oscuros para la cultura cubana de los años 70, Fidel defendió y protegió al cine. A la vez, se convirtió en un espectador permanente y privilegiado a quien Alfredo Guevara facilitaba proyecciones de las mejores películas que entraban al país. La llegada de los videocasetes facilitaron la tarea e hicieron famoso al escolta que cada semana llegaba puntualmente a entregar y recoger «las películas del Comandante». Es sabido que veía todo tipo de cine.
En el trayecto no faltan desencuentros, como los ocurridos en 1991 con el filme Alicia en el pueblo de Maravillas, 1991, de Daniel Díaz Torrez; y Guantanamera, 1996, de Tomás Gutiérrez Alea, ambas cintas de carácter crítico. Tampoco parece ser que Fresa y chocolate, 1994, de Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, fuera muy de su gusto.
Otro cineasta cubano privilegiado con la amistad del líder cubano fue el documentalista Santiago Álvarez. Cámara en mano y con un pequeño equipo, era habitual en sus recorridos por el país y los viajes al extranjero. Santiago es, sin dudas, el cineasta que más filmó a Fidel, a veces como cronista privilegiado y otros en diálogos frente a la cámara. Títulos como Y el cielo fue tomado por asalto (1974), El octubre de todos (1977), Y la noche se hizo arcoíris (1978) reportan los periplos de Fidel por diversos países de África y el campo socialista. La visita a Chile en 1972 dio lugar al documental De América soy hijo y a ella me debo (1972). En 1977 el Comandante se trasladó al oriente cubano expresamente para participar con Santiago en la filmación del documental La guerra necesaria, una película en la que ofrece testimonios de los inicios de la contienda guerrillera; ya en el lugar, accede a conversar ante las cámaras con Salustiano Leyva, el anciano que de niño conoció a José Martí y que el azar puso cerca de los cineastas. De esa experiencia sale un segundo documental, Mi hermano Fidel, uno de los más apreciados del realizador.
Fidel también tiene una aparición directa y breve en el documental Esa invencible esperanza, de Rebeca Chávez. Se trata de una puesta en escena decidida por el propio Comandante para recrear con exactitud el momento en que surge la idea del libro Fidel y la religión, del fraile dominicano Frei Betto, sobre quien la directora construía una película.
El documental Comandante (2003), de Oliver Stone, debe ser el filme extranjero en el que el líder cubano muestra una mayor entrega e interacción con el cineasta y a quien más tiempo dedica. Pero éste no es, ni con mucho, el único que se haya realizado sobre su figura. Se pueden citar, entre otros, Fidel! (1968), de Saúl Landau, fruto de una filmación de varios días y diversos recorridos; o Un día con Fidel, del periodista italiano Gianni Minaá, que nace de una jornada de 16 horas con las cámaras.
En otras ocasiones Fidel participa en los filmes, sean de ficción o documentales, de modo indirecto e involuntario, a través de material de archivos, a veces como figura central y otras como cita o referencia. Entre los documentales destacan Momentos con Fidel (2004), un retrato centrado en su diálogo e interacción con las masas, y El día más largo (2011), ambos de Rebeca Chávez; y Cuba, la bella (1996), del también cubano Ricardo Vega, que recrea con ironía diversas proyecciones del líder a través de una selección y contraposición de sus discursos en distintos momentos. En otros documentales, como en Fidel, la historia no contada (2007), de Estela Bravo, se entrecruzan opiniones de destacadas personalidades con materiales de archivo que recrean distintos episodios de la trayectoria del líder cubano. Éstas son una ínfima cita de los filmes documentales en los que Fidel Castro tiene intervención, la cual es abundante y diversa en la producción cubana.
En el campo de la ficción, hay referencias sobre la participación de Fidel como extra en algunos filmes de Hoolywood antes de 1950. De más relevancia son sus intervenciones, como contextualización de contenido o época, a través de imágenes de archivos, en filmes de relevantes directores, como Scarface (1983), de Brian De Palma; JFK (1991), de Oliver Stone, o Before Night Falls (2000), de Julian Schnabel. Alfred Hitchcock y Robert De Niro, entre otros muchos, también incluyeron imágenes suyas en sus películas, en tanto Woody Allen hace una sátira en su estilo en Bananas, de 1971. Tampoco quedan fuera de películas de animación, entre ellas episodios de las serie de The Simpsons y South Park.
Varias obras de ficción y documentales lo recrean como personaje, con la interpretación de diversos actores. Cabe citar Che! (1969), de Richard Fleischer, con interpretación de Jack Palance; la miniserie Fidel (2002), de David Attwood, con el actor argentino Víctor Hugo Martín; la comedia Company Man (2000), de Peter Askin y Douglas McGrath, en la que lo representa el australiano Anthony LaPaglia; o la sátira I love Miami (2007), de Alejandro González Padilla, con el actor español Juan Luis Galiardo. Entre los documentales destacan Che (2008), de Steven Soderbergh, donde lo encarna el actor mexicano Demián Bichir.
En 1979 nació el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Edición por edición, contaba en la inauguración o la clausura con la presencia de Fidel, e invariablemente concluía con una recepción en el Palacio de la Revolución para los cineastas. En este ambiente entró en contacto con muchos artistas y se fue involucrando con sus problemas. Tal vez nació su complicidad cinematográfica con Gabriel García Márquez, y ambos empezaron a soñar en grande. En 1985 crearon la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, presidida por el escritor, y al año inauguraron la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, o Escuela de los Tres Mundos, como la bautizara su director fundador Fernando Birri. Según Gabo, todos los méritos de la escuela son de Fidel; y según Fidel, todos son de Gabo.
A mí me consta que mientras Gabo soñaba y preparaba los proyectos, Fidel peinaba los campos aledaños a La Habana en busca de las instalaciones ideales para albergarla. Cuando las encontró, enseguida llamó al escritor, ambos se pusieron a trabajar, y al año siguiente abrían el centro y éste se llenaba de alumnos. Creo que ambos se divirtieron mucho, y que probablemente el cine haya sido, después de la política, el tema al que dedicaban más tiempo. Por suerte para ambos, ahora tienen todo el tiempo de la eternidad para ver películas. Lo interesante sería saber si las ven comiendo o no palomitas.
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SENEL PAZ es escritor y guionista.
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* Este texto está construido con meros apuntes, suficiente para comprender que el tema requeriría una exhaustiva investigacion.