La última tarde, dirigida por el peruano Joel Calero, que obtuvo apoyo del Programa Ibermedia para la Coproducción en la convocatoria de 2014 y ganó el premio al Mejor Director en el reciente Festival de Guadalajara (además del Premio del Público y al Mejor Actor por la interpretación de Lucho Cáceres en el Festival de Cine de Lima), se acaba de estrenar en su país con salas llenas y buenos comentarios del público y la crítica. La película narra una historia aparentemente pasional pero a la sombra del violento pasado reciente del Perú. Dos ex militantes de la izquierda radical (Cáceres y Katerina D’Onofrio) se reencuentran para firmar su divorcio 19 años después de que uno de ellos abandonara al otro en circunstancias confusas, y ese argumento le permite al solvente Calero abrir desde otra puerta una discusión que jamás se ha cerrado en su país: el precio personal, emocional, psicológico, ciudadano —más allá de los muertos que en este caso se cuentan por decenas de miles— que trae consigo un conflicto armado tan brutal como el que vivió el Perú en la década de los 80. Ojalá La última tarde mantenga ese nivel de audiencia en su país y logre atraer a otros distribuidores de la comunidad iberoamericana para poder verla donde nos toque.
La última tarde, dirigida por el peruano Joel Calero, que obtuvo apoyo del Programa Ibermedia para la Coproducción en la convocatoria de 2014 y ganó el premio al Mejor Director en el reciente Festival de Guadalajara (además del Premio del Público y al Mejor Actor por la interpretación de Lucho Cáceres en el Festival de Cine de Lima), se acaba de estrenar en su país con salas llenas y buenos comentarios del público y la crítica. La película narra una historia aparentemente pasional pero a la sombra del violento pasado reciente del Perú. Dos ex militantes de la izquierda radical (Cáceres y Katerina D’Onofrio) se reencuentran para firmar su divorcio 19 años después de que uno de ellos abandonara al otro en circunstancias confusas, y ese argumento le permite al solvente Calero abrir desde otra puerta una discusión que jamás se ha cerrado en su país: el precio personal, emocional, psicológico, ciudadano —más allá de los muertos que en este caso se cuentan por decenas de miles— que trae consigo un conflicto armado tan brutal como el que vivió el Perú en la década de los 80. Ojalá La última tarde mantenga ese nivel de audiencia en su país y logre atraer a otros distribuidores de la comunidad iberoamericana para poder verla donde nos toque.
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