*La foto superior es de © Germán Canseco, de la revista Proceso.
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“Agradezco emocionada a la Academia esta distinción. Me honra y me conmueve”. Así empezaba su discurso, que Paz Alicia Garciadiego ha tenido la gentileza de enviarnos a Ibermedia, gran amiga como es de nuestro Programa de estímulo a la formación, el desarrollo y la coproducción de películas iberoamericanas.
“Pero hoy, más que agradecer, quiero dedicar este premio”, prosiguió justo antes de incluir en el reconocimiento a los escritores de su gremio. “Soy guionista, miembro de ese grupo desdeñado y despreciado. Y por ello hoy tomo la palabra en nombre de todos los que escribimos cine”.
“Los guionistas somos la mano de obra prescindible y reemplazable, a pesar de que, cual demiurgos juguetones, sacamos la historia de la nada: la gestamos, le damos estructura, forma, personajes, cara y voz”.
A lo largo de sus casi treinta y cinco años de carrera, Paz Alicia Garciadiego ha visto filmados diecisiete de sus guiones, quince de ellos bajo la dirección de su pareja, Arturo Ripstein: El imperio de la fortuna (1985), Mentiras piadosas (1988), La mujer del puerto (1991), Principio y fin (1993), La reina de la noche (1994), Profundo carmesí (1996), El evangelio de las maravillas (1998), El coronel no tiene quien le escriba (1999), Así es la vida (2000), La perdición de los hombres (2000), La virgen de la lujuria (2002), El carnaval de Sodoma (2006), Las razones del corazón (2011), La calle de la amargura (2015) y la muy reciente El diablo entre las piernas (2019, cuyo estreno mundial será en el Masters del Festival de Toronto de este año.
A estos guiones hay que sumar el de Ciudad de ciegos, escrito para Alberto Cortés (1990), y el de Noche de paz, para Ximena Cuevas (1998).
Por varios de ellos ha recibido numerosos galardones. Por ejemplo, con Profundo carmesí ganó en el Concurso Iberoamericano de Guión del Festival de La Habana y la Ocella de Oro al Mejor Guión en la Mostra de Venecia, y con La perdición de los hombres, la Concha de Oro al Mejor Guión en el Festival de San Sebastián. También fue nominada para los Goya por El coronel no tiene quien le escriba, y sus guiones han sido publicados como libros en Argentina, España y México.
Sin ir más lejos, hace unos años, antes del Ariel de Oro a la trayectoria otorgada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, también recibió la Medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico.
“Todo guionista tiene el triste mandato de aceptar la fugacidad de su trabajo”, recordó al recibir el Ariel de Oro. “Y sin embargo es gratificante, jubiloso el momento en el que el guión desaparece ante la cámara. El guión ha muerto, viva la película. Júbilo y nostalgia entreverados: vivir en papel para morir en la pantalla”.
“Esta noche quiero desearle a los tantas veces relegados compañeros de gremio, los guionistas, que puedan gestar universos de celuloide y construirse una carrera de la que al final puedan decir: respondo por ella”, prosiguió en el acto de entrega del premio. “No es fácil, es más es casi imposible. La industria conspira contra ello. La importancia del guión queda sepultada bajo un sinfín de factores técnicos, económicos o publicitarios. El nuestro es un trabajo en solitario y por lo tanto olvidable. Tal ausencia de reconocimiento ha mermado la posibilidad de que los guionistas podamos labrarnos una carrera propia, reconocer una autoría”.
“Yo, por circunstancias imputables a mi buena estrella, he podido hacerlo. Mi buena estrella explica por eso que aquí y ahora reciba con mucha emoción este premio. Un premio a mi ya largo oficio. Un premio, también, a mi gremio. Este gremio mío tan indiscutiblemente importante y tan injustamente relegado”.
Llegado este momento, como decíamos al inicio, ya sólo se escucharon los aplausos.