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‘Kaporito, el guardián de la montaña’: una película de animación venezolana para proteger al oso de anteojos sudamericano

Preestreno de Kaporito, el guardián de la montaña en el Teatro Teresa Carreño de Caracas. © Conatel.

Escribe TOÑO ANGULO DANERI

Viveca Baïz, la directora de la película de animación venezolana Kaporito, el guardián de la montaña, escribe entre comillas la palabra “coincidencia” para señalar que las cosas no ocurren porque sí. Que hay acontecimientos que están íntimamente relacionados aunque no se perciba la conexión a primera vista. En concreto, lo que Baïz quiere resaltar es que no hay tal coincidencia entre la creación en Venezuela de un Parque Nacional para proteger el hábitat del oso andino en peligro de extinción al que está dedicado Kaporito… y el preestreno del largometraje una década después de su realización. Para ella, así como para el productor y coguionista Donald Myerston, para el numeroso equipo creativo y técnico que ha trabajado en la película y, en general, para todo el que tenga un mínimo de amor y respeto por la naturaleza, la buena noticia no es una sola: son dos que forman una esperanzadora unidad.

Kaporito, el guardián de la montaña cuenta la historia de un oso frontino o jukumari (el mismo que en otros países andinos se conoce como oso de anteojos, ukuku o ukumari) al que la caza furtiva deja huérfano de padre y madre, y cuyo hábitat también sufre la amenaza de la tala y quema de árboles de los bosques andinos sudamericanos. Por suerte, Kaporito no está solo. Lo protegen otros animales y personajes de la cultura andina, y una niña llamada Caribay, hija de unos campesinos de la zona preocupados por la sequía y destrucción que provocan los incendios y la caza indiscriminada.

La película, que recibió la ayuda de Ibermedia a la Coproducción en la Convocatoria 2012, es un musical realizado en animación 2D y 3D dirigido al público infantil. Como aclaran sus realizadores, no es el primer largometraje de animación producido en Venezuela como algunos medios lo han presentado (el primero fue Misión H2O, de Álvaro Cáceres, que se estrenó en 2018), pero sí el primero del tándem creativo que comandan Baïz y Myerston en Zootropo Producciones, “nuestro caballito de batalla, una productora fundada en 1996 con el fin de generar cultura a través de la imagen y movimiento para el público infantil y juvenil”.

Donald Myerston y Viveca Baiz, productor y directora de la película. © Foto: F. Gherardy.
El origen

“Fue en la ciudad de Mérida, en las visitas que hice durante muchos años a la Fundación Los Grandes Espacios de Jean Marc Sellier de Civrieux y a la casa-taller de las artesanas, tallistas y ceramistas Las Muditas, en La Mucuy Baja. Pero el origen fue cuando tuvimos conciencia del exterminio de los osos frontinos que habitan la Cordillera Andina”, recuerda Baïz. “En los años 80, el realizador francés Jean-Jacques Annaud hizo una extraordinaria película, El oso, en la que trabajó con osos reales. Es asombroso cómo logró las imágenes necesarias de los osos, y de su oso principal, para contar la historia que quería. Nosotros no podíamos hacerlo, así que para eso también está el gran recurso de la animación”.

Sellier de Civrieux fue un geólogo, etnólogo e investigador francés afincado en Venezuela, donde se hizo explorador del Orinoco y cuya Fundación en La Mucuy Baja cuenta con una biblioteca y una colección de juguetes e instrumentos musicales a la que Baïz y Myerston dedicaron un capítulo de la serie Los niños de Venezuela producida por Zootropo. Lo mismo hicieron con Las Muditas, cuya inspiración es más visible en Kaporito… “en el ambiente que rodea a Caribay, especialmente en su casa por fuera y por dentro. Inclusive la muñequita que aparece en una de las escenas del inicio está inspirada en ellas, unas artesanas con una obra muy extensa, religiosa pero también histórica, con vírgenes y muchos personajes andinos, y con un ambiente muy hermoso alrededor de la casa-taller donde vivían, con su patio y los familiares y personajes que se reunían allí”.

“Para mí, la idea de hacer un largometraje de animación estaba esperando materializarse en cualquier momento”, interviene Myerston. “Era la evolución lógica para un productor con el recorrido ya realizado hasta ese momento. Después de una larga carrera en el Departamento de Cine de la Universidad de Los Andes [de Mérida], en la que había producido unos 80 cortos documentales y de ficción, incluidos tres de animación, además de ocho largometrajes; el hecho de estar casado con una directora de cine de animación, y después de una fructífera experiencia juntos haciendo programas de TV para niños, el largo de animación era como lógico”.

“Tanto Viveca como yo teníamos experiencias previas en el campo de la animación. Ella como directora y creadora de obras animadas de cortometraje, y también como docente que utilizaba la animación para sus múltiples talleres de creatividad infantil. Nos conocemos desde hace muchos años, desde antes de convertirnos en pareja, cuando coincidimos varias veces en la creación de contenidos audiovisuales para niños. En mi caso, en calidad de productor y montador. Cuando finalmente unimos fuerzas, iniciamos una carrera en TV desarrollando aproximadamente 180 medias horas en las que la animación siempre estuvo presente. Se animaban segmentos con los dibujos que realizaban los niños involucrados en cada programa”.

De ese modo, resume Myerston, “cuando Viveca propone hacer una película sobre el oso frontino, al ver la vastedad del tema le dije: «¿Por qué no hacemos un largo?». Además, años atrás, cuando existía FONCINE (Fondo de Fomento Cinematográfico de Venezuela), había escrito a cuatro manos un guión de largometraje con unos personajes muy populares de la cuentística para niños en Venezuela: Tío Tigre y Tío Conejo”.

Un oso andino de anteojos (también llamado ukuku, ukumari, y frontino o jukumari en Venezuela) fotografiado por el ecologista y conservacionista Nigel Pitman. © Nigel Pitman / Field Museum of Natural History.

Para la directora, también hay otra fecha clave: año 2007-2008. “En una escuela del Páramo, en la localidad de Alto Viento, hicimos un programa para Los niños de Venezuela con la Fundación AndígenA protectora del oso frontino. Su director dio una charla y los niños pintaron, hicieron una obra de teatro y se disfrazaron de osos. Esto también formó parte de la investigación y de la inspiración que tuvimos para la película”.

Cuando tuvieron “la idea luminosa de que teníamos un tema y material para hacer una película de animación, empezamos a conversar sobre la historia. A nuestro regreso a Caracas comencé a escribir una escaleta con la trama de la película, que en principio iba a ser una historia corta referida exclusivamente a los osos. Fue por insistencia de Donald que pasamos a imaginar una estructura más larga, porque yo había trabajado toda mi vida en animación y sabía lo que eso significaba, esa inmensidad de trabajo que requiere un largometraje animado. Luego ya se unió a nosotros el tercer guionista, Aquilino Ascensión”.

El musical

El valor artístico de una película como Kaporito, el guardián de la montaña no se circunscribe al hecho de ser un largometraje de animación sobre un tema importante y a la vez urgente como es la protección de los bosques y los animales autóctonos de la región andina sudamericana. Su audacia, si cabe, es haber concebido la historia sobre los finos hilos de un musical. La película contiene siete canciones originales que no sólo describen las aventuras que viven Kaporito y sus amigos, sino que contribuyen a la narrativa de la historia y suavizan el dramatismo de algunos hechos que podrían resultar duros para el público más pequeño. En este sentido, las canciones son un acierto: son sencillas, pegajosas y muy reconocibles dentro del panorama de la música popular venezolana y latinoamericana. Y están interpretadas por una voz que también cruza fronteras, la de la peruana-venezolana Melissa Griffiths.

“Desde que se hizo la escaleta se vieron los momentos en los que entraba cada canción y quién las iba a interpretar. Viveca tiene una larga relación de amistad con Melissa Griffiths, muy anterior a que la llamaran «la reina del rock». Eso se le indicó al músico Nascuy Linares, quien hizo las primeras cuatro piezas”, cuenta Donald Myerston.

Los cazadores, enemigos de Kaporito en la película y del oso andino de anteojos en la realidad.

A lo que añade la directora: “Desde un principio a Donald y a mí nos gustaba la idea de hacer un musical. Principalmente porque es una historia muy dramática, por la orfandad de Kaporito, y porque de ninguna manera podíamos evitar el tema principal, que es la cacería de los osos en los bosques andinos. ¡Porque así matan a los osos en su hábitat! Entonces, como sabíamos que eso iba a ser duro, pensamos que la manera que de ayudar a las niñas y niños con estos sentimientos era a través de la música y las canciones”.

Hasta el momento, la audacia ha dado sus frutos. Kaporito, el guardián de la montaña se presentó en la 17ª edición del Festival de Cine Venezolano celebrado del 19 al 25 de julio, donde se llevó el Premio a la mejor música original. Posteriormente tuvo su preestreno en la parroquia La Pastora de Caracas como parte de la celebración del 27° aniversario del Centro Nacional Autónomo de la Cinematografía de Venezuela (CNAC). Poco antes, a finales de junio, se había difundido la noticia de que dos cachorros de oso frontino habían sido vistos en el Ramal de Calderas, una zona montañosa a 2.346 metros de altitud ubicada entre los estados venezolanos de Barinas, Trujillo y Mérida, lo que había devuelto la esperanza a los proteccionistas del único oso autóctono de Sudamérica que habita en los bosques andinos que van de Venezuela a Bolivia, pasando por Colombia, Ecuador y Perú. La mejor noticia llegó poco después: a principios de agosto, el gobierno venezolano decretó la creación de un nuevo Parque Nacional llamado precisamente Ramal de Calderas, que tiene como objetivo la protección del oso frontino y el territorio que constituye su hábitat.

La casa de Caribay, inspirada en la casa-taller de Las Muditas en La Mucuy Baja, Mérida, Venezuela.

Coproducida con Klik Productores y con la participación de creadores y técnicos de los Estudios de Animación del ICAIC de Cuba, Kaporito… también dialoga con la tradición literaria andina. En concreto, con la Leyenda de las cinco águilas blancas, recogida por el venezolano Tulio Febres-Cordero. “Necesitaba separar a Caribay de su familia para que se pudiera encontrar con Kaporito ya adulto y con sus amigos del bosque y… de repente me llegó el recuerdo de las águilas blancas de las que se habla en esa leyenda que es importante dentro de la cultura andina venezolana”, recuerda Baïz. “Toda la película está llena de mitos y leyendas indígenas. Por ejemplo, el sueño de Kaporito se nutre de un mito del oso frontino que habla del poder que tuvo antiguamente en su convivencia con los indígenas. También la danza del chamán…”.

El largometraje de animación

Hacer un largometraje de animación es un reto en Venezuela, en América Latina y en el mundo en general. Con Viveca Baïz y Donald Myerston hemos conversado sobre Kaporito… a lo largo de un par de semanas, a través mensajes de texto y también a viva voz, y en algún momento salió el nombre del irlandés Tomm Moore, candidato al Oscar por las tres películas que ha dirigido hasta hoy (The Secret of Kells, Song of the Sea y Wolfwalkers), todas realizadas de forma artesanal para los estándares de la industria y con un lapso de cinco a siete años entre una y otra. “Sí”, admite Baïz. “Además de hacer un llamado sobre la situación del oso frontino en Venezuela, Kaporito… conlleva el gran reto de hacer cine de animación. Luego está también el reto de hacer películas para niñas y niños, sobre todo en estos tiempos en que no sólo es necesario que la película sea divertida, recreativa y tenga una aventura que a los niños los pueda emocionar, sino que también sea educativa”.

La directora venezolana menciona el encuentro que tuvo con otro de los referentes del cine de animación independiente en el mundo, el francés Michel Ocelot, creador de joyas como Kirikou (Kirikou et la sorcière / Kirikú y la bruja y Kirikou et les Bêtes sauvages / Kirikú y las bestias salvajes). “Hace unos años tuve la oportunidad de tomarme un café con él en el Museo de Bellas Artes. A mí Kirikú me impactó porque me dio la noción de que ninguna película está hecha bajo una receta, sino que el creador tiene absoluta libertad para expresarse. Le pregunté a Ocelot cuánto tiempo consideraba necesario para hacer un largometraje, y me contestó: «Yo me encierro en el monasterio cuando tengo listo el diseño, el guión y el financiamiento, y hacer la película me lleva de cuatro a cinco años»”.

Irani López, del equipo de posproducción.

Entre modeladores, ilustradores y animadores, el equipo creativo y técnico estuvo formado por un total de 134 personas, 15 del ICAIC Habana y Anima Holguín que viajaron a Venezuela para la pre y la producción. “De nuestra parroquia La Pastora tuvimos un grupo de aprendices al principio de la posproducción y con ellos terminamos. También de UNEARTE [la Universidad Nacional Experimental de las Artes de Venezuela] tuvimos estudiantes y luego profesionales en efectos especiales y manejo de redes. Kaporito… funcionó como escuela”, explica Baïz.

“Artesanalmente es como lo hacemos, no hay otra manera en nuestros países, dada la disponibilidad de recursos y el universo de especialistas con los que se cuenta”, apostilla Myerston. “Pero… ¡no, no sabíamos que era una tarea tan enorme! Sabíamos que iba a ser muy laboriosa y larga, pero no tanto”.

“La etapa más dura pero también la más creativa fue la preproducción”, prosigue Baïz. “Y la que más disfrutamos, la pos. La preproducción es la más importante porque allí se elaboran todos los elementos que necesitamos para hacer la película: se diseñan los personajes, comenzamos a editar el guión con los dibujos, se hace el modelado tridimensional (rigging) de cada personaje. Es como el chef que pone sobre la mesa todos los ingredientes y materiales que va a necesitar para empezar a cocinar”. Y Myerston: “Al mismo tiempo, es la etapa en la que escogemos a los actores y actrices para hacer las voces y en la que grabamos esas voces. Es una etapa sumamente creadora y con muchas variaciones, por lo que todos la disfrutamos de verdad”.

El estreno mundial

Kaporito, el guardián de la montaña fue preestrenada en el Teatro Teresa Carreño de Caracas, “que es la máxima locación a la que se puede aspirar”, comenta Myerston. “Fue un preestreno lujoso, digamos, organizado por Conatel, el organismo que financió la parte final de la película. Después se estrenó en la parroquia donde vivimos, La Pastora, que es un barrio tradicional de la ciudad de Caracas. Fue en la plaza, con la presencia de nuestros vecinos, muy, muy emotiva. Luego se hizo un preestreno también con motivo del Festival de Cine Venezolano, que fue en una plaza pública en el este de la ciudad. Pero el estreno comercial como tal no se ha realizado todavía. Se está programando para el 9 de diciembre”.

El próximo lunes 11 de octubre comienza la 15ª edición del Festival Kolibrí de Bolivia, un festival internacional de obras audiovisuales orientadas a la niñez y la adolescencia donde tendrá lugar el estreno mundial de Kaporito… Por lo tanto, hacia principios de diciembre, si todo sigue como hasta ahora, en Venezuela la expectativa será mayor y, sobre todo, es probable que se hayan abierto las salas al público. “Los exhibidores están pidiendo que se levante la prohibición de ir al cine, pero el manejo de la pandemia obliga a tener una actitud cautelosa. Tenemos muchas expectativas de que la película le guste al público y les llegue a todos los niños”, dice Myerston.

Mientras tanto, “estamos recibiendo muchas llamadas de organizaciones culturales y ecologistas solicitando la película para propiciar el debate sobre el oso”. Lo ideal, señala el productor, es que la película se estrene también en Colombia, Ecuador y Perú, países que junto a Venezuela y Bolivia conforman el territorio natural del oso andino. “Ya se han dado pasos con Colombia, de los que esperamos respuesta. Por eso es tan importante la asistencia al Festival Kolbrí en Bolivia, donde la defensa del oso está respaldada por diversas organizaciones. Lamentablemente, dependemos de las transnacionales de la distribución cinematográfica que dominan los hilos del mercado. Es necesario estimular a quienes conformamos el universo de la cinematografía iberoamericana, representados en Ibermedia, a configurar la distribución prioritaria de la producción de nuestros países en nuestros propios territorios. Es un contrasentido que no podamos ver lo que producimos nosotros mismos”.

Y añade: “Las películas de animación, si no están demasiado focalizadas en una época, suelen tener vida larga, y eso esperamos que pase con Kaporito, el guardián de la montaña”.

Kaporito

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