Solía contar Juan Carlos Tabío que se hizo director de cine “por un golpe de suerte”. Nacido en La Habana en 1943, la Revolución lo pilló con 16 años, época de definiciones vocacionales, y sus padres le sugirieron que se formara para seguir una carrera política o diplomática. Pero Tabío tenía otros planes para él.
Un día se presentó a pedir trabajo en el ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos), que llevaba poco tiempo de fundado, y en 1961 comenzó a trabajar como asistente de producción, poco después como asistente de dirección, hasta que en 1963 realizó su primer documental.
Entre 1963 y 1980 rodó más de 30 documentales, entre ellos los dedicados a los cantantes José Chicho Ibáñez, Miriam Makeba Mamá África y Soledad Bravo; colaboró en los guiones de varias películas que hoy son clave para contar la historia de la gran cinematografía cubana de esa época, y en 1983 dirigió su primer largometraje de ficción: Se permuta.
Nominada al Premio Coral a la mejor película en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Se permuta definió el estilo que iba a ser la marca de su cine en los años posteriores: el retrato costumbrista de la realidad cubana a través de un humor juguetón e inteligente, nada afectado pero tampoco nada banal, destinado en el fondo a mover el piso sobre el cual se asentaban las más sólidas ideas y convicciones.
La premisa dramática de Se permuta era en apariencia sencilla: en su empeño por alejar a su hija universitaria del mecánico que la seduce y buscarle a cambio “un buen partido”, una madre no escatima esfuerzos por “permutar” casas de un barrio a otro hasta encontrar la que ella considera que es la apropiada para su familia. Por algo su hija no estudia Arquitectura.
A partir de este primer largo de ficción, Tabío incluirá en sus guiones alusiones a cómo él creía que el cine y las artes narrativas en general debían despertar en el gran público la reflexión y la crítica. “A mí el cine y el teatro me gustan, sobre todo cuando tratan temas actuales”, dice, por ejemplo, la protagonista interpretada por Isabel Santos en Se permuta, en una velada respuesta a los críticos veían en la “comedia ligera” de los 80 una concesión al conformismo y una claudicación de la verdadera ambición artística.
Esa libertad que confería Tabío a sus espectadores para disfrutar de sus películas volverá a aparecer casi veinticinco años después en El cuerno de la abundancia (2008) cuando Bernardito (Jorge Perugorría) y su esposa Marthica (Annia Bú), en una conversación sobre la verosimilitud, concluyen que “el gusto estético de la población… hay que cuidarlo”.
Para mucha gente, el nombre de Juan Carlos Tabío estará asociado siempre a Fresa y chocolate, la película que dirigió junto con su amigo Tomás Gutiérrez Alea, Titón, con la que ganaron un Goya, un Oso de Plata en el Festival de Berlín y fue nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la edición de 1994. Es el único largometraje cubano que ha llegado hasta allí, por cierto.
La historia de cómo acabaron dirigiendo juntos es bastante conocida. Titón Gutiérrez Alea había empezado el rodaje de la película cuando enfermó de cáncer. En cuanto se enteró, Tabío dejó en suspenso el largo que andaba filmando en ese momento (El elefante y la bicicleta) para terminar de dirigir Fresa y chocolate junto a su amigo.
El éxito mundial de la película es uno de los hitos del cine cubano y latinoamericano cubano. Quizá por eso, en cuanto Tabío terminó El elefante y la bicicleta (1994), ambos directores volvieron a unir sus inmensos talentos para dirigir Guantanamera (1995), otro éxito global de crítica y público: Mención de Honor en el Festival de Sundance, tres premios en el Festival de Gramado, Premio del Jurado en el de Fort Lauderdale y medalla al mejor guión concedido por el Círculo de Escritores Cinematográficos de España.
“Titón y yo teníamos una relación personal desde hacía mucho tiempo”, recordaba Tabío siempre que le pedían rememorar esa época. “Cada película eran tanto suya como mía. Siempre mantuvimos una estrecha colaboración, empezando por el guión, la escenografía, la selección del reparto, la puesta en escena, todos los pequeños detalles”.
Otra película destacada en la filmografía de Tabío es Lista de espera (2000). Basada en un cuento de Arturo Arango y también con Senel Paz como guionista (ya lo había sido de Fresa y chocolate, basada en un cuento suyo), la película narra las peripecias de un grupo de pasajeros varados en una terminal de autobuses de un pueblo porque todos los vehículos pasan llenos y no recogen viajeros. Para poder emprender el viaje, todos se implican en la reparación del único transporte destartalado que queda en la terminal.
Y también, por supuesto, el documental que dedicó a la estancia que el poeta español Federico García Lorca pasó en La Habana en la década de los treinta: Lorca en La Habana (1998).
En Ibermedia DIGITAL se pueden leer reportajes, entrevistas, ensayos y abundante información sobre el cine de Tabío a partir de dos de sus películas: Lista de espera y El cuerno de la abundancia.
Juan Carlos Tabío fue además profesor de guión y dirección cinematográfica en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en La Habana, y en la Escuela de Radio, Cine y TV de Cuba, e impartió talleres de guión, dirección y dramaturgia en varios países.
Su muerte, ocurrida en La Habana el lunes 18 de enero, nos deja a todos huérfanos de su brillante sentido del humor.
En una memorable escena de Plaf (Demasiado miedo a la vida), su película de 1988, el propio Tabío se acerca en un momento a la pantalla para explicarle al público lo que habría rodado de haber tenido los medios para hacerlo.
Hoy, allá donde esté, seguro que ha hecho algo parecido.
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Crédito de la imagen: Juan Carlos Tabío en un retrato publicado por el © Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.