“Enorme dolor por Pino Solanas. Murió en cumplimiento de sus funciones como embajador de Argentina ante la Unesco. Será recordado por su arte, por su compromiso político y por su ética puesta siempre al servicio de un país mejor. Un abrazo a su familia y sus amigos”, decía el mensaje del ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina publicado muy temprano por la mañana el sábado 7 de noviembre.
La muerte de Fernando ‘Pino’ Solanas se había producido un día antes, el viernes 6, en París. El cineasta y político argentino había cumplido 84 años en febrero pasado.
Entre 1966 y 1968 realizó de forma clandestina su primer largometraje. Es un documental codirigido con Octavio Getino, de cuatro horas y veinte minutos de duración, dividido en tres segmentos y titulado La hora de los hornos. Notas y testimonios sobre el neocolonialismo, la violencia y la liberación. Ganó un premio del British Film Institute, otro en el Festival de Mannheim-Heidelberg de Alemania, fue estrenada en 70 países y significó la temprana consagración internacional de su cine militante.
Una forma de mirar que él mismo confirmó en películas de ficción como Los hijos de Fierro (1978), Tangos. El exilio de Gardel (1985), Sur (1988), El viaje (1992) y La nube (1998).
En un artículo escrito para el portal de Cinema Gavia, Sabrina Odoguardio recordaba que en La nube los protagonistas que “no entienden nada de la vida y venden todo (su tiempo y su país) caminan hacia atrás, y los que ven lo esencial y la verdad de las cosas por las cuales vale la pena vivir caminan hacia adelante”.
“Cuesta ver a un personaje caminando hacia atrás mientras habla con otro personaje que camina hacia adelante. […] Pino desafía físicamente a sus personajes que perdieron el rumbo y nos genera visualmente poesía en movimiento en escenas geniales. Todo esto enmarcado en la ciudad de Buenos Aires, donde hace más de mil días que no para de llover”.
“Me atrevo a escribir”, concluye Odoguardio, “que La nube de 1998 y Amélie de Jean-Pierre Jeunet del 2001 tienen imágenes exactamente iguales, sólo que entre ambas hay casi cinco años de diferencia. Pino filmó a un personaje que se derrite de amor ante una chica y se vuelve agua cayendo al suelo. Como Amélie, que se derrite y cae al suelo de la misma manera al hablar con Nino en el café Des Deux Moulins”
La nube obtuvo numerosos premios en festivales internacionales, entre ellos tres en Venecia, dos en La Habana y dos más en Biarritz.
Sorprendentemente, después de esta película, Solanas sólo rodó documentales: Memoria del saqueo (2004), La dignidad de los nadies (2005), La próxima estación (2008) o la última que llegó a estrenar, Viaje a los pueblos fumigados (A Journey to Fumigated Towns, 2018).
“El análisis de su obra pone de manifiesto la existencia de un artista muy personal, que no imita a nadie y al cual resulta prácticamente imposible imitar”, escribe el crítico Ricardo García Oliveri en la entrada dedicada a Pino Solanas en el Diccionario del Cine Iberoamericano (SGAE, 2011), reproducida en la biofilmografía del cineasta en Ibermedia DIGITAL.
“Luchador infatigable, Solanas se convierte merecidamente en un referente de la lucha anticolonialista y su cine, en uno de los mayores ejemplos de arte politizado y del arte cinematográfico latinoamericano”, añade García Oliveri.
En Ibermedia DIGITAL hay varias piezas dedicadas a la obra de Solanas, como esta entrevista realizada por Humberto Márquez en 1986, poco antes del estreno en Argentina de Tangos. El exilio de Gardel.
Allí, Solanas dice cosas como: “Desde tiempos inmemoriales se dijo que Pino Solanas era un director de panfletos políticos. Para algunos, cine político no es cine; es otra categoría. Hasta hubo un cronista que dijo de Tangos… que es otra variante del cine político. Pero no se le hubiera ocurrido decir lo mismo frente a una película alemana o francesa sobre la guerra o las consecuencias sociales de la guerra”.