Hay una historia que sintetiza la obra cinematográfica de la cineasta venezolana Elia K. Schneider. En 1997, el rodaje de su ópera prima Huelepega, ley de la calle, que dos años más tarde iba a representar a Venezuela en los Oscar, fue suspendido durante el segundo período del presidente Rafael Caldera para “revisar el guión” con el pretexto de proteger a los niños que participaban en la película.
Ocurría que la película estaba basada en hechos reales que muchas autoridades no querían reconocer: los niños que viven en las calles y bajo los puentes de Caracas, en un entorno de delincuencia, narcotráfico y explotación, y sobrellevan el hambre inhalando la droga que contienen los pegamentos industriales (de ahí el título Huelepega), lo cual es también un intento por evadirse de su realidad.
Huelepega es una de las cintas fundamentales de la filmografía venezolana y latinoamericana. Fue, como la propia Schneider decía, una película “de guerrilla”, rodada con cámaras dentro de vehículos en movimiento para evitar que el equipo de filmación fuese detenido.
También fue la película más taquillera en Venezuela en 1999, elegida para competir por Venezuela en los Oscar de ese año y galardonada con 15 premios nacionales e internacionales, incluido el Glauber Rocha del Festival de La Habana.
Todo esto viene a nuestro recuerdo porque el 28 de agosto se confirmó que Elia K. Schneider falleció en Los Ángeles, Estados Unidos, después de luchar casi tres décadas contra un cáncer.
Además de cineasta, Schneider fue escritora, docente, productora y directora de teatro. Nacida en Caracas, era hija de sobrevivientes del Holocausto. Practicó la danza y el ballet desde muy joven, estudió Psicología y cursó una maestría en la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York. Allí fundó la compañía Teatro Dramma, con la que presentó numerosos montajes en teatros alternativos y experimentales.
Su obra cinematográfica abarca unas quince películas, como directora, guionista o productora. En 1981 dirigió el cortometraje Tierras prestadas, fue productora de Agonía (1984) y se encargó de la dirección de casting y la producción de Sicario (1994), estas dos últimas dirigidas por el uruguayo-venezolano José Ramón Novoa, con quien estuvo casada.
En 2004 dirigió su segundo largometraje, Punto y raya, que narraba la amistad de dos soldados desertores, uno colombiano y otro venezolano, por la cual obtuvo alrededor de 30 premios internacionales en los festivales de La Habana, Huelva, Biarritz, Bogotá, San Francisco y el premio a la mejor película en el Festival de Cine Latino de Los Ángeles, entre otros. Punto y raya fue también la primera película venezolana que compitió en los Globos de Oro de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood.
En 2010 estrenó Des-autorizados, basada en su experiencia en el teatro, y en 2016, Tamara, inspirada en la vida de la abogada Tamara Adrián, transexual y activista por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTI, y hoy diputada en la Asamblea Nacional de Venezuela.
También produjo los largometrajes Garimpeiros (1999), Oro diablo (2000), El Don (2006), Un lugar lejano (2009), Esclavo de Dios y Solo (2013).
La Cinemateca Nacional de Venezuela difundió un obituario y su presidente, Vladimir Sosa Sarabia, tuiteó: “Con mucha tristeza recibo la noticia de la muerte de la cineasta venezolana Elia Schneider. Sin duda una de nuestras más importantes creadoras. Vaya mi abrazo de solidaridad a su familia y toda la comunidad cinematográfica del país por esta muy lamentable pérdida”.
Lo propio hicieron otras instituciones relacionadas al sector audiovisual como el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac) y la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (Anac).
En Ibermedia DIGITAL contamos con una biofilmografía de Elia K. Schneider.