Harta de acumular relaciones sentimentales que no conducen a nada, Federica (Prakriti Maduro) decide ser madre sola, por su cuenta. Le pide a su mejor amigo que sea el donante. Al fin y al cabo, le dice, es el hombre más honesto, cariñoso e íntegro que conoce. Además, la ciencia permite hoy quedar embarazada sin que siquiera haga falta tener un encuentro sexual. Cuando ya está gestando, Federica descubre sin embargo que el bebé no tiene sus genes. Por un error en el laboratorio de la clínica de fertilización, es de otra pareja, Fabiola y Alonso (Mariaca Semprún y Luis Gerónimo Abreu), que lleva tiempo intentándolo. El conflicto se acentúa cuando la pareja pierde al suyo. ¿De quién será finalmente el hijo que Federica está decidida a tener? ¿Suyo porque ella lo habrá engendrado, o de la pareja porque biológicamente la carga genética de la criatura le corresponde? En tiempos en que la maternidad subrogada está cada vez más extendida, aunque se siguen debatiendo sus alcances éticos y legales, Miguel Ferrari, el director venezolano que ganó el Goya con su extraordinaria ópera prima, Azul y no tan rosa, se adentra con La noche de las dos lunas en una nueva exploración de la familia contemporánea. El segundo largometraje de ficción de Ferrari es tan deslumbrante como el primero justamente por eso, por tocar la fibra sensible de todos. Todos tenemos una familia, todos tenemos un padre que creemos que es el señor al que le decimos “papá” y, hasta hace poco, la única certeza con la que contábamos era que madre sólo podía haber una. ¿Qué pasa cuando lo que hasta ayer era sólido la ciencia y la medicina han desvanecido en el aire? La noche de las dos lunas, que recibió la ayuda de Ibermedia a la Coproducción en la Convocatoria 2018, ha sido seleccionada como candidata de Venezuela para la 34ª edición de los Premios Goya 2020, así que Ferrari podría convertirse en el primer director en ganar el premio con sus dos primeros largometrajes. Entretanto, conversamos con él.
Harta de acumular relaciones sentimentales que no conducen a nada, Federica (Prakriti Maduro) decide ser madre sola, por su cuenta. Le pide a su mejor amigo que sea el donante. Al fin y al cabo, le dice, es el hombre más honesto, cariñoso e íntegro que conoce. Además, la ciencia permite hoy quedar embarazada sin que siquiera haga falta tener un encuentro sexual. Cuando ya está gestando, Federica descubre sin embargo que el bebé no tiene sus genes. Por un error en el laboratorio de la clínica de fertilización, es de otra pareja, Fabiola y Alonso (Mariaca Semprún y Luis Gerónimo Abreu), que lleva tiempo intentándolo. El conflicto se acentúa cuando la pareja pierde al suyo. ¿De quién será finalmente el hijo que Federica está decidida a tener? ¿Suyo porque ella lo habrá engendrado, o de la pareja porque biológicamente la carga genética de la criatura le corresponde? En tiempos en que la maternidad subrogada está cada vez más extendida, aunque se siguen debatiendo sus alcances éticos y legales, Miguel Ferrari, el director venezolano que ganó el Goya con su extraordinaria ópera prima, Azul y no tan rosa, se adentra con La noche de las dos lunas en una nueva exploración de la familia contemporánea. El segundo largometraje de ficción de Ferrari es tan deslumbrante como el primero justamente por eso, por tocar la fibra sensible de todos. Todos tenemos una familia, todos tenemos un padre que creemos que es el señor al que le decimos “papá” y, hasta hace poco, la única certeza con la que contábamos era que madre sólo podía haber una. ¿Qué pasa cuando lo que hasta ayer era sólido la ciencia y la medicina han desvanecido en el aire? La noche de las dos lunas, que recibió la ayuda de Ibermedia a la Coproducción en la Convocatoria 2018, ha sido seleccionada como candidata de Venezuela para la 34ª edición de los Premios Goya 2020, así que Ferrari podría convertirse en el primer director en ganar el premio con sus dos primeros largometrajes. Entretanto, conversamos con él.
*En la imagen superior, Prakriti Maduro (Federica) y Albi De Abreu (Ubaldo) en La noche de las dos lunas.
Escribe TOÑO ANGULO DANERI
Veo un díptico entre tus dos largometrajes de ficción. Si Azul y no tan rosa era una exploración de la paternidad a partir de la relación entre un chico adolescente y su padre homosexual, La noche de las dos lunas aborda la maternidad también desde una perspectiva muy contemporánea. ¿Lo tenías planeado así o es algo que descubres una vez que ya estás metido en tu segundo proyecto?
Es porque me interesan estos temas, me interesa la familia en el sentido amplio y evolucionado de la palabra. En mi primera película quería hablar sobre la homosexualidad, pero al ser un terreno tan amplio me centré efectivamente en la paternidad homosexual, por los debates que se estaban suscitando en ese momento en países como España, donde se debatía la ley de matrimonio igualitario y se decía que los homosexuales no podían adoptar niños. Me gustó esa arista de la homosexualidad que es tan tabú, sobre todo en países latinoamericanos.
El camino para hacer una película es tan largo que si no estás convencido de la historia que vas a contar puede convertirse en un camino muy tortuoso. Es fundamental la idea, que te apasione, que te convenza de que es una historia necesaria y que como ser humano sientas empatía por ella.
Cuando gané el Goya con Azul y no tan rosa, yo decía: “Y ahora, ¿qué hago?”, porque ganar el Goya con tu primera película te pone el listón muy alto. Pero leí un artículo de prensa que tenía que ver con la maternidad subrogada y dije: “¡Es ésta la historia!”. Un tema que tantos debates suscita y tantas sensibilidades toca porque, al igual que la homosexualidad, la maternidad subrogada tiene muchas aristas. De todas ellas, escogí una sola, que es esta clínica de fertilización donde por error intercambian los embriones de dos parejas y una de estas parejas pierde al bebé. La otra mujer se da cuenta de que su bebé no tiene su carga genética, acude a la clínica y allí comprueban que se han equivocado.
En la película hay una pregunta que le hace una de las protagonistas al protagonista masculino: “¿Qué es más importante para ti, las personas que te engendraron o las que te dieron la oportunidad de ser quien eres?”
La historia, ¿la viste completa, como un fogonazo de inspiración?
Leí la noticia y partí de esa premisa. Quería exclusivamente contar una historia en la que hubiera personajes involucrados en una situación límite como lo es ésta, explorar las emociones, cómo situaciones así empiezan a sacar lo peor de cada uno, el lado oscuro del ser humano. No quise contar la historia desde un punto de vista legal; el tema legal se toca tangencialmente porque no hay forma de evitarlo. Tampoco quise ahondar en temas morales-religiosos. Quise hacer una película sobre unas personas que deciden ser padres y no donar su embrión para que otros sean padres, pero que, por un error ajeno, de laboratorio, es lo que acaba ocurriendo.
Es increíble cómo tus dos películas acaban encajando. En Azul…, cuando lo que se debatía era si los homosexuales podían adoptar niños, la paternidad que decides abordar es la biológica. En La noche de las dos lunas también hay biología, pero es una biología alterada por la ciencia, muy siglo XXI, que derrumba la única certeza que teníamos hasta hace poco: que tu madre es tu madre. Tu padre podía resultar siendo el vecino, pero tu madre no. La película aborda justamente el conflicto que surge cuando esa certeza ha desaparecido.
Mis padres son italianos y en Italia hay un refrán muy conocido que dice: “Los hijos de mis hijas son mis nietos, pero los hijos de mis hijos, no se sabe”. Los avances de la ingeniería genética son tan brutales que ahora hasta esto se puede poner en duda.
Fue complicado fotografiar Caracas porque la ciudad está inundada de política: grafitis en las paredes, papeles por todos lados, las vallas. Tener un tiro de cámara que evitara todas estas cosas fue muy difícil
El nieto del personaje que tan maravillosamente encarna María Barranco genéticamente no lo es.
Exacto, es ahí donde planteo lo fundamental en esta historia: ¿qué es más importante, lo biológico o lo afectivo? Es por eso que el tema de la familia para mí es tan interesante, porque no sólo es la familia biológica, sino la que te crió o la que tú elegiste o la que la vida de trajo. Y toca algo que en la esencia del ser humano siempre ha estado presente: perpetuarse, heredar, ser eterno a través de tus genes. En la película hay una pregunta que le hace una de las protagonistas al protagonista masculino: “¿Qué es más importante para ti, las personas que te engendraron o las que te dieron la oportunidad de ser quien eres?”.
Eso lo dice Federica.
Porque Federica está viviendo esa circunstancia personal. En un principio lo intuye y al final lo resuelve al decidir lo que es importante para ella, reforzando el sentimiento que tiene hacia el bebé. Además, las leyes la amparan: aunque no sean sus genes, el bebé es suyo. Otra arista que toca la película es que las leyes se han quedado atrás en este tema, mientras que la genética ha avanzado mucho. Desde que se descubrió lo del genoma hay cosas increíbles que hoy se pueden hacer, pero todo se queda en debates morales y religiosos.
Siguiendo con este juego de espejos invertidos que veo en tus películas, en Azul… los protagonistas eran principalmente masculinos y abarcaban tres generaciones: padre, hijo y abuelo; en La noche de las dos lunas tenemos a la madre gestante (Federica), la futura abuela (Eva, madre de Federica) y la otra madre, la biológica (Fabiola). Es decir, un universo básicamente femenino.
Sí, es una película absolutamente femenina. Toda mi vida me he preocupado por desarrollar mi lado femenino, ese lado que todos los hombres tenemos… aunque no todos sepan desarrollarlo. Como creador es muy importante tener una visión que incluya ambos lados en el acto de la creación, y me pareció interesante el poder saltar del masculino al femenino de una película a otra. Pero no es sólo lo que ves a nivel de composición de personajes y equipo artístico; también detrás de la pantalla verás un cincuenta-cincuenta entre mujeres y hombres en el equipo técnico. Creo que es súper importante reivindicar el papel de las mujeres en el cine.
Cuando diseñé la historia tenía que ver desde cuál de las dos madres la iba a contar y decidí que fuese la que está gestando, no la que pierde al bebé
No había reparado en lo del equipo técnico, pero sí en que con esta película has trabajado con una coguionista, Lupe Gehrenbeck, y en la primera no.
A pesar de ese lado femenino que siempre me ha interesado desarrollar, hay algo que me parece maravilloso y que es imposible imaginar creativamente, aunque lo intentes: lo que significa gestar un bebé dentro de ti. De modo que sí, necesitaba una coguionista que además hubiera sido madre, porque para la película era importante saber lo que le puede obsesionar a una madre mientras está gestando.
Llamar a Lupe fue un gran acierto porque nos la pasamos muy bien. Ella es muy colaboradora en el sentido de que te facilita no sólo resolver, sino plantear las interrogantes que te puedes hacer, a las que nunca llegarás por más que se lo preguntes a muchas mujeres que van a dar a luz. Así surgió la idea de la cara del bebé: a quién se va a parecer, cómo tendrá los ojos, el pelo, la piel. Me pareció fascinante porque la protagonista, que es ilustradora de cuentos infantiles, se empieza a obsesionar con la cara que va a tener ese niño que no es su hijo genéticamente. No puede terminar el libro que está escribiendo porque, por más caras que le ponga, ella sabe que será la cara de otra gente.
Tus metáforas visuales funcionan muy bien. En Azul… recuerdo la del principio, la de la danza. Aquí hay más: las flores que cambian de color al contacto con la tinta, las luciérnagas, los dibujos del niño sin cara de Federica.
Sí, es algo que me dijo mi directora de fotografía [Alexandra Henao], que estuvo conmigo en Azul y no tan rosa y ha vuelto a estar en La noche de las dos lunas. Cuando le planteo esta segunda película, le dije que quería arriesgar más, porque con Azul… hice una película con mucho riesgo por todos los prejuicios y tabúes que hay alrededor de la homosexualidad, pero cinematográficamente más académica, más correcta en la exploración de los encuadres y tiros de cámara. Por ser mi primera película y ser conocido como actor en mi país, quería romper el prejuicio que podía existir en mucha gente y en los propios colegas del gremio cinematográfico que desconocen que también me preparé para estar detrás de cámaras y me vine a España a estudiar dirección de cine.
Pero en ésta ya no. Quería explorar algo más arriesgado, me quería relajar cinematográficamente, a pesar de la presión que siempre habrá por la comparación entre la segunda película y una primera que te llevó a ganar un Goya. Lo mejor es que al final, cuando terminamos de rodar, Alexandra me dice: “Es impresionante cómo tienes un estilo propio que no te puedes quitar de encima, tu estilo está ahí, presente”. Yo creo que aquí todo es menos académico y más atrevido: los encuadres, la luz, el tema estético y las metáforas y símbolos visuales. Todo lo que tiene que ver con lo que no se dice, que es algo que me obsesiona como cineasta: lo que está detrás de las palabras, los subtextos, que traspasen y logren conectar con el espectador. Por eso los actores son tan importantes, porque son los que van a conectar con las emociones del público.
Uno evoluciona y va experimentando otras formas y otros temas, no sé qué pasará en mi tercera película. Si ves el cine de Almodóvar, por ejemplo, verás que, aun teniendo su estilo, desde la primera hasta su última película han ido variando sus necesidades como creador a la par que iba evolucionando su pensamiento a lo largo de su vida.
Hablando de Almodóvar, vuelvo a notar también tu homenaje al melodrama latinoamericano, a la telenovela, en este caso a través del personaje de Eva, la madre de Federica.
Es conservar la esencia latinoamericana. Es una pincelada de melodrama que forma parte de nuestra cultura, que a veces se subestima, y es un género que ha sido abordado por grandes maestros del cine, como Lars von Trier en Dancer in the Dark, o el propio Almodóvar, con su sentido tan exagerado de las emociones y de la realidad. A mí me fascina. Además, es muy italiano: mira la ópera. Al ser hijo de inmigrantes italianos, tener esa cultura familiar y conocer de cerca el mundo de las telenovelas… supongo que de ahí sale toda esta carga emocional exacerbada.
Pero aunque la película fue rodada en Caracas, no hay ninguna mención a Caracas. Yo descontextualizo todo el tema socioeconómico que se está viviendo en el país porque sabía que eso iba a influir en el tema en el que quería centrarme, que es la maternidad.
Pero tampoco quería que la otra madre se convirtiera en la villana de la historia, porque también tiene razón. Cuidé mucho de no tomar partido por ninguna de las dos y que el espectador hiciera ese viaje
Y el tono habría sido seguramente más serio. ¿El melodrama no existe sin un toque de humor?
Es que la vida es así. Puede estar sucediendo algo súper dramático, pero pasa una situación que resulta graciosa y el público inmediatamente conecta con eso. Es como tensar y distender, la comedia y la tragedia, ¡la vida misma! En Azul y no tan rosa estaba más marcado esto de la comedia y la tragedia, los cambios eran más abruptos. En ésta hay pinceladas de humor, que además las pone efectivamente Eva, el personaje de María Barranco, a quien la gente está esperando porque cada vez que sale pasa que refresca la historia.
Sí, rindo un homenaje a los “culebrones”, como les dicen aquí en España a las telenovelas latinoamericanas, y lo hago a través de ella, como la actriz que tuvo un momento de gloria haciendo de villana. Ella siempre quiso ser “Cristal”, la heroína, pero nunca llegó a serlo, y entonces se quedó atascada en sus momentos de gloria haciendo de villana, donde ella misma se ve haciendo de madre superiora de culebrón, totalmente maquillada. Es ahí donde lanzo la condena religiosa en torno a este tema, que es: “¡Arderás en el fuego del infierno!”, pero llevado desde el humor. En Azul y no tan rosa lo hice con un cura al que invitan a un talk-show lleno de gente variopinta y que dice más o menos lo mismo condenando el tema de la homosexualidad.
Es curioso. Acabo de caer en la cuenta de que tanto en Azul… como en La noche de las dos lunas las relaciones de pareja homosexuales que presentas son casi modelos de estabilidad y equilibrio, mientras que las heterosexuales tienden a lo contrario, la pelea, la mentira, la falsedad.
Es algo mío, mis relaciones siempre han sido muy estables. Siempre he buscado el amor por encima de otras cosas y la estabilidad de tener un compañero de vida.
[Homenajear la telenovela] es conservar la esencia latinoamericana. El melodrama forma parte de nuestra cultura, que a veces se subestima, y es un género que ha sido abordado por grandes maestros del cine
Me parece muy interesante porque mucha gente no lo ve así. Es más, una vez que decide ser madre, Federica tiene claro que el único hombre de quien quiere quedar embarazada es su amigo gay, porque de los que se ha enamorado antes son una panda de sinvergüenzas.
Exacto. Ella, por una cuestión de patrones o de encontrar una figura masculina que cubra el espacio dejado por su padre, no ha tenido suerte. Siempre busca el mismo tipo de hombre sinvergüenza, casado, con el que termina siendo “la amante”. Cansada y viendo que el reloj biológico va avanzando y que se le va a pasar el arroz porque no ha encontrado al príncipe azul en ese mundo de fantasía que tiene, dice: “Voy a ser madre yo sola”, y le pide el favor a su mejor amigo, que es gay. Es muy extraño cómo esto se suele negar en las parejas heterosexuales y cómo, en mi caso, que vengo de una familia tradicional, unida y bien estructurada de padre y madre, me haya llevado a mostrar el amor por encima de todo en las las relaciones entre personas del mismo sexo. Porque a través de la historia y del cine la homosexualidad siempre se ha mostrado como lo contrario, un tipo de relación terrible e inestable.
En el conflicto central de la película, la maternidad afectiva versus la biológica por decirlo de algún modo, la distancia que tomas es mayor La historia está contada desde Federica, pero aun sintiendo empatía por ella, los que somos padres de familia “biológicos” no podemos dejar de identificarnos con el drama de Fabiola y su marido. Porque ellos también querían ser padres y en el fondo son las principales víctimas del error de la clínica.
¡Eso es lo que quería! Cuando diseñé la historia tenía que ver desde cuál de las dos madres la iba a contar y decidí que fuese la que está gestando, no la que pierde al bebé. Me interesaba llegar a cómo una madre tiene una conexión emocional con el bebé que lleva dentro sabiendo que ese bebé no tiene su carga genética, por tanto biológicamente no es suyo. Pero tampoco quería que la otra se convirtiera en la villana de la historia, porque también tiene razón desde su punto de vista. Cuidé mucho de no tomar partido por ninguna de las dos y que el espectador hiciera ese viaje, que se colocara primero del lado de una, pero que después dijera: “Eh, pero la otra también tiene razón”. Es ahí, en ese conflicto, donde se genera el debate que yo quería.
Tengo ideas sobre lo que estamos viviendo en mi país, pero las voy a desarrollar luego, cuando pueda tomar distancia. Para escribir un guión hay una fase de investigación, y ahora mismo la investigación es imposible
Y donde empieza el desasosiego del espectador.
A mí me gusta tratar el tema de la mentira, y aquí todos los personajes empiezan a ocultarse cosas. El marido de Fabiola le oculta que se está viendo con Federica para no darle falsas esperanzas, pero está tratando de encontrar cuál es el talón de Aquiles de Federica para ver de qué manera, cuando dé a luz, les entregue al bebé. Ahí se da cuenta de que su mayor debilidad es que no ha encontrado al hombre de su vida y entra en ese juego de ella —que también le oculta cosas— en el que nunca pensó que iba a entrar al no tener ningún sentimiento hacia ella, sino sólo hacia el bebé.
El final lo dejé un poco abierto para que la pregunta quede un poco ahí, en el aire. Ahora que se habla tanto de la maternidad subrogada, yo me pregunto qué hay de la alimentación en el vientre que no es física, sino intelectual y de carácter. ¿Qué pasa cuando te gesta una mujer que no es tu madre biológica pero que te ha dado una cantidad de cosas mientras te estaba gestando que tú puedes haber guardado en el inconsciente y reproducirlas cuando ya eres un niño? No sé si actualmente se pueda dar respuesta a este tipo de preguntas, así que lo que hago es abrir el tema con la película y que la gente tenga su propio debate.
Antes decías que aunque la película se rodó en Caracas, la ciudad prácticamente no aparece. No es un personaje más porque eso te habría llevado a mostrar la realidad actual y desviar la atención de lo que querías contar. ¿Por eso el universo que retratas es básicamente de clase alta?
¡Totalmente! Obviamente la gente que se somete a este tipo de tratamientos de fertilización tiene que tener cierto poder económico porque no son baratos, pero sobre todo no quería que el tema socioeconómico dispersara la historia o influyera en el día a día de los personajes. Y fue complicado rodar eso.
Me imagino. A diferencia de lo que vemos en las noticias, es una Caracas que funciona, abastecida, ordenada; incluso cuando se estropea el teleférico luce como una ciudad idílica.
Fue complicado fotografiar la ciudad porque Caracas está inundada de política: grafitis en las paredes, papeles por todos lados, las vallas. Tener un tiro de cámara que evitara todas estas cosas fue muy difícil, pero lo hicimos porque lo único que yo no quería era contextualizar la historia en un lugar así.
De hecho, cuando concebí el guión, quería que tuviera la posibilidad de poder ser rodado en cualquier lugar del mundo donde apareciera el coproductor que estuviera interesado en la película. Finalmente lo hice en Caracas porque es mi ciudad y porque me daba dos contrastes que me interesaban: el de las dos madres en una ciudad en la que conviven lo rural y lo urbano; la montaña, los bosques, las luciérnagas, una vida sencilla en la naturaleza frente a la vida de caos, oficinas y tráfico de la urbe. Además me daba el teleférico que conecta esos dos mundos, y que me regalaba la posibilidad de tener el clímax de la película en un lugar donde pudiéramos ver la aparición fantástica e irreal de esas dos lunas en el cielo que anuncia el título. Una metáfora de las dos madres, de lo femenino, del ciclo menstrual. Todo aquello que tiene que ver con la maternidad.
Lo que me obsesiona como cineasta es lo que no se dice, lo que está detrás de las palabras, los subtextos, que traspasen y logren conectar con el espectador
Igual supongo que mucha gente te pregunta qué pasa con la Caracas actual.
Mucha gente me lo pregunta porque yo hablo de algo que no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora. Y no es que no me interese. Sí me interesa, pero como cineasta estoy seguro de que las buenas películas sobre lo que estamos viviendo se van a hacer en el futuro. Para mí, la distancia es lo más importante para poder entender un momento histórico. Ahora mismo lo tenemos tan cerca que lo vamos a ver desenfocado. Es más, no vamos a poder ver todo lo que está pasando por debajo, no nos vamos a enterar de lo que se está negociando políticamente dentro y fuera. Entonces, hacer una película sobre el momento actual es hacer una película vieja. En cuanto la estrenemos, lo que estamos mostrando habrá pasado. Supongo que por en eso en España se siguen haciendo películas sobre la Guerra Civil…
Tengo ideas sobre lo que estamos viviendo, pero las voy a desarrollar luego, cuando pueda tomar distancia para no equivocarme. Para escribir un guión hay una fase de investigación, y ahora mismo la investigación es imposible a menos que uno esté metido dentro para saber lo que está pasando realmente.
Hasta hace poco, no había año en que no apareciera una gran película venezolana; de hecho, Azul y no tan rosa fue parte de ese boom. Ahora el testigo lo han tomado otras cinematografías como las de Chile, Colombia, Costa Rica. ¿Cómo ves el cine venezolano actual frente al latinoamericano y, ya que vives en España, también con respecto al cine español?
Los ojos del mundo están volcados hacia Latinoamérica porque nuestra forma de contar historias es tan rica, tan diversa, tan rompedora de reglas que se ha vuelto interesante para las grandes industrias del cine en el mundo. Las narrativas tradicionales están un poco agotadas, se están buscando nuevas historias, cosas interesantes que contar, y Latinoamérica es una gran fuente no sólo de historias, sino de formas de contarlas, así que yo creo que es un gran momento para el cine latinoamericano.
Lamento mucho el momento que está viviendo el cine venezolano. Habíamos arrancado de nuevo a construir una industria que, aunque incipiente, iba por muy buen camino. Sin embargo, las circunstancias que nos rodean han hecho no sólo que el cine venezolano se detenga, sino que retroceda en cantidad y calidad de producción. En el mundo cinematográfico tan competitivo de hoy tienes que cumplir ciertos estándares para entrar en la industria, pero por los problemas económicos tan terribles que estamos pasando los venezolanos hacemos cine con las uñas. En ese sentido es un retroceso. Pero sigo creyendo que en mi país hay un gran potencial, sobre todo en las nuevas generaciones, que vienen con grandes ideas y con muchas ganas. Mis recomendación a ellos es que no dejen de prepararse y trabajar duro para que cuando todo esto haya pasado nos encuentre listos para terminar de dar el salto que necesitamos. El cine chileno, el colombiano, están avanzando porque su realidad y sus circunstancias lo permiten. Siento que nosotros estuvimos ahí, y luego nos detuvimos. Pero cambiaremos, y entonces tenemos que estar preparados, incluso para las posibilidades que las nuevas plataformas nos ofrecen.
https://youtu.be/ooRTSh_-F94
*En la imagen superior, Prakriti Maduro (Federica) y Albi De Abreu (Ubaldo) en La noche de las dos lunas.
Escribe TOÑO ANGULO DANERI
Veo un díptico entre tus dos largometrajes de ficción. Si Azul y no tan rosa era una exploración de la paternidad a partir de la relación entre un chico adolescente y su padre homosexual, La noche de las dos lunas aborda la maternidad también desde una perspectiva muy contemporánea. ¿Lo tenías planeado así o es algo que descubres una vez que ya estás metido en tu segundo proyecto?
Es porque me interesan estos temas, me interesa la familia en el sentido amplio y evolucionado de la palabra. En mi primera película quería hablar sobre la homosexualidad, pero al ser un terreno tan amplio me centré efectivamente en la paternidad homosexual, por los debates que se estaban suscitando en ese momento en países como España, donde se debatía la ley de matrimonio igualitario y se decía que los homosexuales no podían adoptar niños. Me gustó esa arista de la homosexualidad que es tan tabú, sobre todo en países latinoamericanos.
El camino para hacer una película es tan largo que si no estás convencido de la historia que vas a contar puede convertirse en un camino muy tortuoso. Es fundamental la idea, que te apasione, que te convenza de que es una historia necesaria y que como ser humano sientas empatía por ella.
Cuando gané el Goya con Azul y no tan rosa, yo decía: “Y ahora, ¿qué hago?”, porque ganar el Goya con tu primera película te pone el listón muy alto. Pero leí un artículo de prensa que tenía que ver con la maternidad subrogada y dije: “¡Es ésta la historia!”. Un tema que tantos debates suscita y tantas sensibilidades toca porque, al igual que la homosexualidad, la maternidad subrogada tiene muchas aristas. De todas ellas, escogí una sola, que es esta clínica de fertilización donde por error intercambian los embriones de dos parejas y una de estas parejas pierde al bebé. La otra mujer se da cuenta de que su bebé no tiene su carga genética, acude a la clínica y allí comprueban que se han equivocado.
En la película hay una pregunta que le hace una de las protagonistas al protagonista masculino: “¿Qué es más importante para ti, las personas que te engendraron o las que te dieron la oportunidad de ser quien eres?”
La historia, ¿la viste completa, como un fogonazo de inspiración?
Leí la noticia y partí de esa premisa. Quería exclusivamente contar una historia en la que hubiera personajes involucrados en una situación límite como lo es ésta, explorar las emociones, cómo situaciones así empiezan a sacar lo peor de cada uno, el lado oscuro del ser humano. No quise contar la historia desde un punto de vista legal; el tema legal se toca tangencialmente porque no hay forma de evitarlo. Tampoco quise ahondar en temas morales-religiosos. Quise hacer una película sobre unas personas que deciden ser padres y no donar su embrión para que otros sean padres, pero que, por un error ajeno, de laboratorio, es lo que acaba ocurriendo.
Es increíble cómo tus dos películas acaban encajando. En Azul…, cuando lo que se debatía era si los homosexuales podían adoptar niños, la paternidad que decides abordar es la biológica. En La noche de las dos lunas también hay biología, pero es una biología alterada por la ciencia, muy siglo XXI, que derrumba la única certeza que teníamos hasta hace poco: que tu madre es tu madre. Tu padre podía resultar siendo el vecino, pero tu madre no. La película aborda justamente el conflicto que surge cuando esa certeza ha desaparecido.
Mis padres son italianos y en Italia hay un refrán muy conocido que dice: “Los hijos de mis hijas son mis nietos, pero los hijos de mis hijos, no se sabe”. Los avances de la ingeniería genética son tan brutales que ahora hasta esto se puede poner en duda.
Fue complicado fotografiar Caracas porque la ciudad está inundada de política: grafitis en las paredes, papeles por todos lados, las vallas. Tener un tiro de cámara que evitara todas estas cosas fue muy difícil
El nieto del personaje que tan maravillosamente encarna María Barranco genéticamente no lo es.
Exacto, es ahí donde planteo lo fundamental en esta historia: ¿qué es más importante, lo biológico o lo afectivo? Es por eso que el tema de la familia para mí es tan interesante, porque no sólo es la familia biológica, sino la que te crió o la que tú elegiste o la que la vida de trajo. Y toca algo que en la esencia del ser humano siempre ha estado presente: perpetuarse, heredar, ser eterno a través de tus genes. En la película hay una pregunta que le hace una de las protagonistas al protagonista masculino: “¿Qué es más importante para ti, las personas que te engendraron o las que te dieron la oportunidad de ser quien eres?”.
Eso lo dice Federica.
Porque Federica está viviendo esa circunstancia personal. En un principio lo intuye y al final lo resuelve al decidir lo que es importante para ella, reforzando el sentimiento que tiene hacia el bebé. Además, las leyes la amparan: aunque no sean sus genes, el bebé es suyo. Otra arista que toca la película es que las leyes se han quedado atrás en este tema, mientras que la genética ha avanzado mucho. Desde que se descubrió lo del genoma hay cosas increíbles que hoy se pueden hacer, pero todo se queda en debates morales y religiosos.
Siguiendo con este juego de espejos invertidos que veo en tus películas, en Azul… los protagonistas eran principalmente masculinos y abarcaban tres generaciones: padre, hijo y abuelo; en La noche de las dos lunas tenemos a la madre gestante (Federica), la futura abuela (Eva, madre de Federica) y la otra madre, la biológica (Fabiola). Es decir, un universo básicamente femenino.
Sí, es una película absolutamente femenina. Toda mi vida me he preocupado por desarrollar mi lado femenino, ese lado que todos los hombres tenemos… aunque no todos sepan desarrollarlo. Como creador es muy importante tener una visión que incluya ambos lados en el acto de la creación, y me pareció interesante el poder saltar del masculino al femenino de una película a otra. Pero no es sólo lo que ves a nivel de composición de personajes y equipo artístico; también detrás de la pantalla verás un cincuenta-cincuenta entre mujeres y hombres en el equipo técnico. Creo que es súper importante reivindicar el papel de las mujeres en el cine.
Cuando diseñé la historia tenía que ver desde cuál de las dos madres la iba a contar y decidí que fuese la que está gestando, no la que pierde al bebé
No había reparado en lo del equipo técnico, pero sí en que con esta película has trabajado con una coguionista, Lupe Gehrenbeck, y en la primera no.
A pesar de ese lado femenino que siempre me ha interesado desarrollar, hay algo que me parece maravilloso y que es imposible imaginar creativamente, aunque lo intentes: lo que significa gestar un bebé dentro de ti. De modo que sí, necesitaba una coguionista que además hubiera sido madre, porque para la película era importante saber lo que le puede obsesionar a una madre mientras está gestando.
Llamar a Lupe fue un gran acierto porque nos la pasamos muy bien. Ella es muy colaboradora en el sentido de que te facilita no sólo resolver, sino plantear las interrogantes que te puedes hacer, a las que nunca llegarás por más que se lo preguntes a muchas mujeres que van a dar a luz. Así surgió la idea de la cara del bebé: a quién se va a parecer, cómo tendrá los ojos, el pelo, la piel. Me pareció fascinante porque la protagonista, que es ilustradora de cuentos infantiles, se empieza a obsesionar con la cara que va a tener ese niño que no es su hijo genéticamente. No puede terminar el libro que está escribiendo porque, por más caras que le ponga, ella sabe que será la cara de otra gente.
Tus metáforas visuales funcionan muy bien. En Azul… recuerdo la del principio, la de la danza. Aquí hay más: las flores que cambian de color al contacto con la tinta, las luciérnagas, los dibujos del niño sin cara de Federica.
Sí, es algo que me dijo mi directora de fotografía [Alexandra Henao], que estuvo conmigo en Azul y no tan rosa y ha vuelto a estar en La noche de las dos lunas. Cuando le planteo esta segunda película, le dije que quería arriesgar más, porque con Azul… hice una película con mucho riesgo por todos los prejuicios y tabúes que hay alrededor de la homosexualidad, pero cinematográficamente más académica, más correcta en la exploración de los encuadres y tiros de cámara. Por ser mi primera película y ser conocido como actor en mi país, quería romper el prejuicio que podía existir en mucha gente y en los propios colegas del gremio cinematográfico que desconocen que también me preparé para estar detrás de cámaras y me vine a España a estudiar dirección de cine.
Pero en ésta ya no. Quería explorar algo más arriesgado, me quería relajar cinematográficamente, a pesar de la presión que siempre habrá por la comparación entre la segunda película y una primera que te llevó a ganar un Goya. Lo mejor es que al final, cuando terminamos de rodar, Alexandra me dice: “Es impresionante cómo tienes un estilo propio que no te puedes quitar de encima, tu estilo está ahí, presente”. Yo creo que aquí todo es menos académico y más atrevido: los encuadres, la luz, el tema estético y las metáforas y símbolos visuales. Todo lo que tiene que ver con lo que no se dice, que es algo que me obsesiona como cineasta: lo que está detrás de las palabras, los subtextos, que traspasen y logren conectar con el espectador. Por eso los actores son tan importantes, porque son los que van a conectar con las emociones del público.
Uno evoluciona y va experimentando otras formas y otros temas, no sé qué pasará en mi tercera película. Si ves el cine de Almodóvar, por ejemplo, verás que, aun teniendo su estilo, desde la primera hasta su última película han ido variando sus necesidades como creador a la par que iba evolucionando su pensamiento a lo largo de su vida.
Hablando de Almodóvar, vuelvo a notar también tu homenaje al melodrama latinoamericano, a la telenovela, en este caso a través del personaje de Eva, la madre de Federica.
Es conservar la esencia latinoamericana. Es una pincelada de melodrama que forma parte de nuestra cultura, que a veces se subestima, y es un género que ha sido abordado por grandes maestros del cine, como Lars von Trier en Dancer in the Dark, o el propio Almodóvar, con su sentido tan exagerado de las emociones y de la realidad. A mí me fascina. Además, es muy italiano: mira la ópera. Al ser hijo de inmigrantes italianos, tener esa cultura familiar y conocer de cerca el mundo de las telenovelas… supongo que de ahí sale toda esta carga emocional exacerbada.
Pero aunque la película fue rodada en Caracas, no hay ninguna mención a Caracas. Yo descontextualizo todo el tema socioeconómico que se está viviendo en el país porque sabía que eso iba a influir en el tema en el que quería centrarme, que es la maternidad.
Pero tampoco quería que la otra madre se convirtiera en la villana de la historia, porque también tiene razón. Cuidé mucho de no tomar partido por ninguna de las dos y que el espectador hiciera ese viaje
Y el tono habría sido seguramente más serio. ¿El melodrama no existe sin un toque de humor?
Es que la vida es así. Puede estar sucediendo algo súper dramático, pero pasa una situación que resulta graciosa y el público inmediatamente conecta con eso. Es como tensar y distender, la comedia y la tragedia, ¡la vida misma! En Azul y no tan rosa estaba más marcado esto de la comedia y la tragedia, los cambios eran más abruptos. En ésta hay pinceladas de humor, que además las pone efectivamente Eva, el personaje de María Barranco, a quien la gente está esperando porque cada vez que sale pasa que refresca la historia.
Sí, rindo un homenaje a los “culebrones”, como les dicen aquí en España a las telenovelas latinoamericanas, y lo hago a través de ella, como la actriz que tuvo un momento de gloria haciendo de villana. Ella siempre quiso ser “Cristal”, la heroína, pero nunca llegó a serlo, y entonces se quedó atascada en sus momentos de gloria haciendo de villana, donde ella misma se ve haciendo de madre superiora de culebrón, totalmente maquillada. Es ahí donde lanzo la condena religiosa en torno a este tema, que es: “¡Arderás en el fuego del infierno!”, pero llevado desde el humor. En Azul y no tan rosa lo hice con un cura al que invitan a un talk-show lleno de gente variopinta y que dice más o menos lo mismo condenando el tema de la homosexualidad.
Es curioso. Acabo de caer en la cuenta de que tanto en Azul… como en La noche de las dos lunas las relaciones de pareja homosexuales que presentas son casi modelos de estabilidad y equilibrio, mientras que las heterosexuales tienden a lo contrario, la pelea, la mentira, la falsedad.
Es algo mío, mis relaciones siempre han sido muy estables. Siempre he buscado el amor por encima de otras cosas y la estabilidad de tener un compañero de vida.
[Homenajear la telenovela] es conservar la esencia latinoamericana. El melodrama forma parte de nuestra cultura, que a veces se subestima, y es un género que ha sido abordado por grandes maestros del cine
Me parece muy interesante porque mucha gente no lo ve así. Es más, una vez que decide ser madre, Federica tiene claro que el único hombre de quien quiere quedar embarazada es su amigo gay, porque de los que se ha enamorado antes son una panda de sinvergüenzas.
Exacto. Ella, por una cuestión de patrones o de encontrar una figura masculina que cubra el espacio dejado por su padre, no ha tenido suerte. Siempre busca el mismo tipo de hombre sinvergüenza, casado, con el que termina siendo “la amante”. Cansada y viendo que el reloj biológico va avanzando y que se le va a pasar el arroz porque no ha encontrado al príncipe azul en ese mundo de fantasía que tiene, dice: “Voy a ser madre yo sola”, y le pide el favor a su mejor amigo, que es gay. Es muy extraño cómo esto se suele negar en las parejas heterosexuales y cómo, en mi caso, que vengo de una familia tradicional, unida y bien estructurada de padre y madre, me haya llevado a mostrar el amor por encima de todo en las las relaciones entre personas del mismo sexo. Porque a través de la historia y del cine la homosexualidad siempre se ha mostrado como lo contrario, un tipo de relación terrible e inestable.
En el conflicto central de la película, la maternidad afectiva versus la biológica por decirlo de algún modo, la distancia que tomas es mayor La historia está contada desde Federica, pero aun sintiendo empatía por ella, los que somos padres de familia “biológicos” no podemos dejar de identificarnos con el drama de Fabiola y su marido. Porque ellos también querían ser padres y en el fondo son las principales víctimas del error de la clínica.
¡Eso es lo que quería! Cuando diseñé la historia tenía que ver desde cuál de las dos madres la iba a contar y decidí que fuese la que está gestando, no la que pierde al bebé. Me interesaba llegar a cómo una madre tiene una conexión emocional con el bebé que lleva dentro sabiendo que ese bebé no tiene su carga genética, por tanto biológicamente no es suyo. Pero tampoco quería que la otra se convirtiera en la villana de la historia, porque también tiene razón desde su punto de vista. Cuidé mucho de no tomar partido por ninguna de las dos y que el espectador hiciera ese viaje, que se colocara primero del lado de una, pero que después dijera: “Eh, pero la otra también tiene razón”. Es ahí, en ese conflicto, donde se genera el debate que yo quería.
Tengo ideas sobre lo que estamos viviendo en mi país, pero las voy a desarrollar luego, cuando pueda tomar distancia. Para escribir un guión hay una fase de investigación, y ahora mismo la investigación es imposible
Y donde empieza el desasosiego del espectador.
A mí me gusta tratar el tema de la mentira, y aquí todos los personajes empiezan a ocultarse cosas. El marido de Fabiola le oculta que se está viendo con Federica para no darle falsas esperanzas, pero está tratando de encontrar cuál es el talón de Aquiles de Federica para ver de qué manera, cuando dé a luz, les entregue al bebé. Ahí se da cuenta de que su mayor debilidad es que no ha encontrado al hombre de su vida y entra en ese juego de ella —que también le oculta cosas— en el que nunca pensó que iba a entrar al no tener ningún sentimiento hacia ella, sino sólo hacia el bebé.
El final lo dejé un poco abierto para que la pregunta quede un poco ahí, en el aire. Ahora que se habla tanto de la maternidad subrogada, yo me pregunto qué hay de la alimentación en el vientre que no es física, sino intelectual y de carácter. ¿Qué pasa cuando te gesta una mujer que no es tu madre biológica pero que te ha dado una cantidad de cosas mientras te estaba gestando que tú puedes haber guardado en el inconsciente y reproducirlas cuando ya eres un niño? No sé si actualmente se pueda dar respuesta a este tipo de preguntas, así que lo que hago es abrir el tema con la película y que la gente tenga su propio debate.
Antes decías que aunque la película se rodó en Caracas, la ciudad prácticamente no aparece. No es un personaje más porque eso te habría llevado a mostrar la realidad actual y desviar la atención de lo que querías contar. ¿Por eso el universo que retratas es básicamente de clase alta?
¡Totalmente! Obviamente la gente que se somete a este tipo de tratamientos de fertilización tiene que tener cierto poder económico porque no son baratos, pero sobre todo no quería que el tema socioeconómico dispersara la historia o influyera en el día a día de los personajes. Y fue complicado rodar eso.
Me imagino. A diferencia de lo que vemos en las noticias, es una Caracas que funciona, abastecida, ordenada; incluso cuando se estropea el teleférico luce como una ciudad idílica.
Fue complicado fotografiar la ciudad porque Caracas está inundada de política: grafitis en las paredes, papeles por todos lados, las vallas. Tener un tiro de cámara que evitara todas estas cosas fue muy difícil, pero lo hicimos porque lo único que yo no quería era contextualizar la historia en un lugar así.
De hecho, cuando concebí el guión, quería que tuviera la posibilidad de poder ser rodado en cualquier lugar del mundo donde apareciera el coproductor que estuviera interesado en la película. Finalmente lo hice en Caracas porque es mi ciudad y porque me daba dos contrastes que me interesaban: el de las dos madres en una ciudad en la que conviven lo rural y lo urbano; la montaña, los bosques, las luciérnagas, una vida sencilla en la naturaleza frente a la vida de caos, oficinas y tráfico de la urbe. Además me daba el teleférico que conecta esos dos mundos, y que me regalaba la posibilidad de tener el clímax de la película en un lugar donde pudiéramos ver la aparición fantástica e irreal de esas dos lunas en el cielo que anuncia el título. Una metáfora de las dos madres, de lo femenino, del ciclo menstrual. Todo aquello que tiene que ver con la maternidad.
Lo que me obsesiona como cineasta es lo que no se dice, lo que está detrás de las palabras, los subtextos, que traspasen y logren conectar con el espectador
Igual supongo que mucha gente te pregunta qué pasa con la Caracas actual.
Mucha gente me lo pregunta porque yo hablo de algo que no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora. Y no es que no me interese. Sí me interesa, pero como cineasta estoy seguro de que las buenas películas sobre lo que estamos viviendo se van a hacer en el futuro. Para mí, la distancia es lo más importante para poder entender un momento histórico. Ahora mismo lo tenemos tan cerca que lo vamos a ver desenfocado. Es más, no vamos a poder ver todo lo que está pasando por debajo, no nos vamos a enterar de lo que se está negociando políticamente dentro y fuera. Entonces, hacer una película sobre el momento actual es hacer una película vieja. En cuanto la estrenemos, lo que estamos mostrando habrá pasado. Supongo que por en eso en España se siguen haciendo películas sobre la Guerra Civil…
Tengo ideas sobre lo que estamos viviendo, pero las voy a desarrollar luego, cuando pueda tomar distancia para no equivocarme. Para escribir un guión hay una fase de investigación, y ahora mismo la investigación es imposible a menos que uno esté metido dentro para saber lo que está pasando realmente.
Hasta hace poco, no había año en que no apareciera una gran película venezolana; de hecho, Azul y no tan rosa fue parte de ese boom. Ahora el testigo lo han tomado otras cinematografías como las de Chile, Colombia, Costa Rica. ¿Cómo ves el cine venezolano actual frente al latinoamericano y, ya que vives en España, también con respecto al cine español?
Los ojos del mundo están volcados hacia Latinoamérica porque nuestra forma de contar historias es tan rica, tan diversa, tan rompedora de reglas que se ha vuelto interesante para las grandes industrias del cine en el mundo. Las narrativas tradicionales están un poco agotadas, se están buscando nuevas historias, cosas interesantes que contar, y Latinoamérica es una gran fuente no sólo de historias, sino de formas de contarlas, así que yo creo que es un gran momento para el cine latinoamericano.
Lamento mucho el momento que está viviendo el cine venezolano. Habíamos arrancado de nuevo a construir una industria que, aunque incipiente, iba por muy buen camino. Sin embargo, las circunstancias que nos rodean han hecho no sólo que el cine venezolano se detenga, sino que retroceda en cantidad y calidad de producción. En el mundo cinematográfico tan competitivo de hoy tienes que cumplir ciertos estándares para entrar en la industria, pero por los problemas económicos tan terribles que estamos pasando los venezolanos hacemos cine con las uñas. En ese sentido es un retroceso. Pero sigo creyendo que en mi país hay un gran potencial, sobre todo en las nuevas generaciones, que vienen con grandes ideas y con muchas ganas. Mis recomendación a ellos es que no dejen de prepararse y trabajar duro para que cuando todo esto haya pasado nos encuentre listos para terminar de dar el salto que necesitamos. El cine chileno, el colombiano, están avanzando porque su realidad y sus circunstancias lo permiten. Siento que nosotros estuvimos ahí, y luego nos detuvimos. Pero cambiaremos, y entonces tenemos que estar preparados, incluso para las posibilidades que las nuevas plataformas nos ofrecen.
https://youtu.be/ooRTSh_-F94