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Claudia Llosa, la nieve, el pan con chicharrón, el Perú

Ante de rodar Madeinusa, su ópera prima, el nombre de Claudia Llosa ya había empezado a sonar en los círculos cinematográficos internacionales, empezando por la comunidad hispanoamericana. El proyecto de esa película le valió el Premio de Guión del Festival de La Habana 2003, que el filme ya terminado se encargó de confirmar con nuevos galardones en festivales como los de Sundace, Rotterdam, Lima y Mar de Plata. Su segunda película, La teta asustada, supuso la consagración de la directora peruana: ganó el Oso de Oro y el Premio de la FIPRESCI en la Berlinale 2009, el Goya a la Mejor Película Iberoamericana y fue candidata al Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa 2010, entre otros muchos reconocimientos. El año pasado se estrenó también en la Berlinale No llores, vuela, su tercer trabajo y el primero que ha filmado fuera de Perú y con actores ‘hollywoodenses’ como Jennifer Connelly, Cillian Murphy y Mélanie Laurent, que es la que ahora mismo se exhibe en las salas comerciales de muchos países, incluido el suyo. Su compatriota, la escritora y periodista Gabriela Wiener conversó con ella en Barcelona —la ciudad en la que vive Llosa desde hace casi una década— y publicó la revista en la revista chilena IN.

Escribe GABRIELA WIENER

Después de dos sólidos largometrajes sobre temas que tienen que ver con el Perú, filmados en el Perú, la directora Claudia Llosa —sobrina del Premio Nobel— ha estrenado recientemente No llores, vuela, una película rodada en Canadá, en inglés y con actores de Hollywood, pero íntima y secretamente peruana. Tanto que no la ha acosado ninguna necesidad culposa de llenarla de referentes patrios. Al contrario, ha sido de cierta manera una liberación componer una historia que le podría ocurrir a cualquier persona en cualquier parte del mundo: la de una madre, artista y sanadora (Jennifer Connelly), y su hijo, un cetrero (Cillian Murphy), marcados por un antiguo accidente. Ambos se reencuentran después de mucho tiempo gracias a una periodista (Mélanie Laurent) y vuelven al pasado para cuestionarse el sentido de sus propias vidas.

La teta asustada
La teta asustada. © Wanda Visión + Vela Producciones + Oberón Cinematográfica.

Esta tarde, una de las directoras más sólidas de la nueva nómina de cineastas latinoamericanos menores de 40 años —su inolvidable La teta asustada ganó el Oso de Oro de Berlín en 2009 y fue nominada al Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa— se despoja de parte de su ropa invernal, sorbe un trago del vaso de cerveza que he dejado a su alcance, me pide —como haría cualquier director de cine no fumador a punto de estrenar— un cigarrillo que no tengo y echa un vistazo al libro que he dejado no por casualidad sobre la mesa, La conquista de lo inútil, el cuaderno de notas que Werner Herzog escribió mientras rodaba Fitzcarraldo, el diario de una locura perpetrada por un director alemán y su equipo en la selva del Perú. La ‘locura’ de Claudia viene de la nieve y va hacia ella.

En un diario de rodaje de esta película, ¿qué frase escribirías en el día uno?

“¿Para qué necesitamos tantos camiones?” (risas).

¿Y qué frase escribirías en la página final?

Una gran carcajada.

¿De qué tamaño es el paso que has dado desde La teta asustada hasta aquí?

Cada paso es el que toca dar, no sé si es más grande o más pequeño. La teta asustada es una película ‘cartiana’, todo entra dentro del encuadre. En cambio acá los protagonistas están en otro proceso vital y todo se contagia de esa energía. Es una búsqueda inconsciente que luego se vuelve consciente y frenética. Está filmada con una cámara en mano, en constante movimiento, físicamente muy cercana a los personajes. Si ver La teta… era como mirar por la ventana, aquí las cosas están ocurriendo en todos lados. La visión es de 360 grados, todo se mueve y tú te mueves con todo.

¿Este paisaje nevado representa algún paisaje interior de la película?

Viajamos mucho buscando un lugar, hasta encontrar Winnipeg, en Canadá. Lo encontró mi director de arte por casualidad, cuando nos habíamos separado porque aún no terminaban de salirnos las cosas. A veces esa puerta que se cierra es en realidad sólo una prueba. La incertidumbre y qué haces con ella es uno de los grandes temas de la película; la resistencia dentro de la fragilidad de este universo que estás construyendo y que es tu historia.

«La vida evoluciona sin que uno lo pretenda y te va cargando de imaginarios. Yo traje mi Pastoruri, pero los protagonistas también trajeron el propio, y eso es alucinante»

Todo acto de creación es resistencia…

El ser humano, ante la adversidad, crece. Soy una persona que siempre mira todo a su alrededor por si apareciera el peligro, una laguna de hielo donde puedes hundirte. Sólo la vida y el acto de crear vida te dan la fortaleza que te hace resistir el frío más inverosímil y las condiciones más duras.

Tu padre solía llevarte a conocer Perú. Tu madre, por su lado, es una artista, creadora de una obra sutil y muy personal. ¿Tu cine es una síntesis de todo esto?

Uno es una suma de sus propias circunstancias. Mi papá nos llevaba a las granjas donde trabajaba y parábamos por el camino a comer pan con chicharrón, y ése era el momento más feliz del día para él. Mi mamá nos llevaba a ver las exposiciones de arte en las galerías de Miraflores. Dos personalidades apasionadas que disfrutaban acompañados de sus hijos.

¿Qué tipo de sueños tienes por la noche mientras haces una película?

Recuerdo dos sueños en esta película, y los dos han sido pesadillas. En uno estaba en mi austera habitación de Winnipeg y de repente una sombra muy oscura venía a atacarme. Y yo gritaba «¡¡¡Dani!!!», que es mi asistente de dirección (risas). No llamaba a mi marido o a mi mamá. Ella era la única que me iba a salvar.

¿Al final espantó a los monstruos?

Totalmente.

No llores, vuela, de Clauda Llosa
Jennifer Connelly en No llores, vuela.

¿Qué tipo de película es No llores, vuela?

En el filme los personajes parecen tener la necesidad emocional de elevarse y quedarse allí. Es una historia de reencuentro entre una madre y un hijo. Ambos relatos van desmenuzando las razones que están detrás de su alejamiento y retorno. Es una historia que habla sobre el individuo. La cinta empieza muy en tierra pero se dirige poco a poco hacia arriba, hacia algo eterno y reparador.

¿En qué momento exacto nació esta película?

Así como el mar fue importante para Fausta [la protagonista de La teta asustada], la nieve fue importante para mí. Un día, mi familia y yo subimos al Pastoruri, una montaña nevada en Áncash, en la sierra de Perú. Yo tenía seis o siete años y llegué a esa especie de llanura donde no había nada más que un espejo blanco, y quise explorar… Allí ocurrió algo que me inspiró esta historia, pero si te lo cuento te estropeo la sorpresa.

¿Cómo algo que te pasó en tu infancia, en una montaña peruana, termina siendo interpretado por actores de Hollywood?

Por eso me sorprenden los camiones… Hace poco encontré esta foto [Claudia saca su celular y me muestra una imagen en blanco y negro de ella y su madre]. Mira cómo se proyecta una imagen en el tiempo. Yo soy la de adelante pero en realidad la que soy ahora se parece a la mujer que está detrás, que es mi madre. La vida evoluciona sin que uno lo pretenda y te va cargando de imaginarios. Lo mismo le ha ocurrido a todos los de la película. Yo traje mi Pastoruri, pero ellos también trajeron el propio, y eso es alucinante; combinar los distintos bagajes, conectar con las emociones de cada uno, es la magia del cine. La única razón por la cual yo cuento mi Pastoruri es para que en ti explote el tuyo y salga a la luz.

«No llores, vuela también es peruana por quién soy, de dónde narro. No tiene que ver con un pasaporte… es la presencia de la ausencia»

¿Cómo has logrado abrirte camino en el cine como mujer peruana y latinoamericana?

He tenido mucha suerte. Empecé en una época en que el cine latinoamericano florecía y el país crecía; yo estaba en el lugar y en el momento perfectos. Influye el “querer es poder” y las horas de trabajo que inviertas.

¿Por qué esta película rodada con actores estadounidenses y una francesa, y hablada en inglés, es también peruana?

Lo es por quién soy, de dónde narro. No tiene que ver con un pasaporte, es algo mucho más profundo, escondido e invisible, es la presencia de la ausencia. Perú no es un tema en esta película, no siento esa necesidad seudoculposa de hacerlo más evidente porque estoy unida a mi país por cuestiones emocionales. Y ese vínculo está presente porque yo quiero que esté.

¿Cómo ves el auge de Perú?

Si es que las proyecciones son reales y estamos creciendo a cinco por ciento anual, eso significa que la clase media habrá crecido hasta casi ser el 75 por ciento de la población. Es otro país el que vamos a tener en diez años. Y vivir eso, ser partícipe de eso es como…

…como ver llegar a los marcianos.

(Risas) Es algo increíble, pero que puede ocurrir.

¿Qué es lo que más te interesa de lo que estamos viviendo los peruanos?

El potencial, la posibilidad real, el sueño erótico.

¿Qué viene después de esto?

Empiezo a escribir. Tengo muchas ganas de empezar a compartir también el proceso de escritura, pero no me preguntes nada porque ni yo misma lo sé.

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